El 22 de septiembre de 2002, representantes del mundo de la política,  de la Iglesia, de la Esclavitud con su Esclavo Mayor al frente, D.Juan José M. Pérez García y ciudadanos anónimos se reunieron junto al padre José Arenas Sabán para arroparle en un emotivo acto de descubrimiento de una placa con su nombre. El que fue Rector del Santuario del Santísimo Cristo de La Laguna, tiene una calle con su nombre cerca de la plaza del Cristo, perpendicular a la calle José Rodríguez.

La alcaldesa de La Laguna, Dª Ana María Oramas, que no pudo contener la emoción en algún momento del acto, y el presidente del Cabildo Insular de Tenerife, D. Ricardo Melchior, estuvieron al lado del Padre José Arenas que destapó la placa en la que podía leerse calle Fray José Arenas Sabán. Otros miembros de la Corporación municipal que estuvieron presentes fueron el concejal de Empresas, Servicios y Personal, D. Antonio Pérez Godiño, y el de Tráfico, D. Antonio Hernández. Los socialistas D.Santiago Pérez, D. Gustavo Matos y D. Domingo Medina también se acercaron al acto. 

En el transcurso del acto el padre Arenas dijo lo siguiente:

"Señora Alcaldesa. Ana Oramas.

Sr. Presidente del Cabildo: D. Ricardo Melchor.

Hermano compañero y a migo P. Francisco, Superior-Rector del Santuario.

Sacerdotes Diocesanos.

Esclavo Mayor y Junta de Gobierno de la P.R.V. E. del Stmo. Cristo.

Presidente y mienbros de la Agrupación de Cofradías.

Consejero del Cabildo.

Concejales y personal del Ayuntamiento.

Señoras y Señores, amigos todos:

              Los que me conocen se habrán quedado extrañados de ver que tengo unas cuartillas en las manos para ayudarme a pronunciar estas palabras. Pero no se llamen a engaño y créanme: el sentimiento y la emoción pueden ser tan grandes que dudo mucho sea capaz de llegar al final de lo que deseo decir sin este apoyo.

              Empiezo por preguntarme qué hace un hombre como yo en un sitio como este. Me abruma recibir este reconocimiento rotular con mi nombre una calle de esta hermosa ciudad de La Laguna ante una notable y nutrida representación de nuestro querido pueblo lagunero con sus más altos mandatarios. Esto le cae a un hombre de Iglesia cuyo talante ha de ser, por profesión y testimonio, el del recato y la humanidad. Fácil es comprender que hoy me sienta un tanto abrumado y asombrado en un lance como éste.

             No puedo hacerme el distraído ante la clara advertencia de mi Maestro en el Sermón de la Montaña:"Procura que  tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha; si practicas las buenas obras para ser visto y honrado por los hombres, ya has recibido tu recompensa" (Mt 6, 3-4). Tampoco desconozco aquel otro pasaje del Evangelio de San Lucas: "Cuando hayáis desempeñado todo lo que os fue encomendado manifestad sin más: siervos inútiles somos; no hemos hecho otra cosa que cumplir con nuestra obligación" (Lc 16,10).

             Pues yo, queridos amigos, nis siquiere he llegado a eso y por ello me viene esto muy ancho. ¿Y saben quíén me mete en este lio? Pues precisamente ustedes. Por eso quiero , en primer lugar, situar este episodio en el terreno de la bondad y de la generosidad de todos ustedes para con mi persona. Yo no puedo no debo ni quiero impedirle a nadie, y menos a la señora Alcaldesa de La Laguna que mire con buenos ojos y que sea tan generosa conmigo. Gracias, Ana, muchísimas gracias a usted personalmente, a todo su equipo de Gobierno, a todos los concejales del Ayuntamiento, al grupo socialista del Ayuntamiento, cuyos miembros, sin quisquilla de procedimiento, han dado su apoyo para que se me otorgue esta distinción. Muchísimas gracias también a la Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna y a muchas personas particulares que se han preocupado y que han dado el refrendo y el cariño para que yo hoy pueda estar aquí. De veras, amigos, todo esto me conmueve y me compromete hasta lo más profundo de mi mismo al recibir esta distinción de esta tierra y de este pueblo al que ya considero mi casa, mi familia y mi patria de adopción. Muchas gracias por hacerme sentir, aunque naci en Lucena, en Córdoba, en Andalucía, tan lagunero como cualqueria de los que han visto su primera luz en esta preciosa ciudad.

            Nueve años son pocos en la historia del mundo, pero muchas en la vida de una persona. Y ese fue el tiempo que estuve junto a ustedes. Nueve años de una gran intensidad, vividos dia a dia, donde consagre muchos matrimonios, recibi para la Iglesia dándoles el bautismo a muchos niños, di el Cuerpo de Cristo a innumerables personas, ayudé a pasar a la nueva vida a muchos amigos que se nos han adelantado y no han dejado, prediqué en pueblos de nuestra Diócesis, leí pregones de la Semana Santa de La Laguna y de Garachico, llevé la formación religiosa de mis hermanas clarisas y de la Orden Tercera, compartí la fe y la formación con un grupo de matrimonios, donde se intentó vivir y transmitir los valores de las primitivas comunidades cristianas, vivi y acompañe a muchos jóvenes con problemas de ansiedad, crisis y desiquilibrios, procuré que las celebraciones y la liturgia del Santuario fueran vividas con intensidad y espíritu festivo, la pastoral del colegio del buen consejo e intenté ayudar orientando o simplemente escuchando los problemas de todo aquel que tocaba en nuestra puerta en el Santuario. Nueve años, en fin, vividos a la sombra de esta maravillosa Imagen, a la que todos queremos y veneramos: el Santísimo Cristo, en esta sin par ciudad, Patrimonio de la Humanidad, y junto a todos ustedes. No se puede pedir más. Por eso no puedo por menos que darle gracias a Dios por haberme permitido vivir estos años junto a ustedes, y a ustedes, por haber sido tan generosos conmigo.

           En mi modesta persona honran en el dia de hoy a todos los padres franciscanos que han pasado, pasan y pasarán por La Laguna, a todos los sacerdotes que han ejercido y ejercen su ministerio pastoral en nuestras parroquias, que día a dia y año tras año se esfuerzan en consumir sus vidas con ilusión y entusiasmo, en una unión fraterna con el Obispo, en una entrega pastoral admirable. Al Señor Obispo, que excusó su ausencia por en contrarse en la Palma, a todos los franciscanos, a todos los sacerdotes y a tantos hombres y mujeres que luchan por clarificar el mensaje evangélico, a todos los que llevan la paz y el bien a esta tierra, brindo hoy esta distinción.

          Mentiría yo si no dijera con la mano en el pecho que cuando llegué a La Laguna en 1992 con la responsabilidad de Superior-Rector del querido Santuario del Santísimo Cristo me sentí contento y satisfecho de los pies a la cabeza y sigo encantando en la distancia no ciertamente de mi mismo, pero si del apoyo  generoso y sin reservas que con impagable indulgencia para con mis muchos límites y fallos he recibido de todas las Juntas de Gobierno de la P.R.V Esclavitud del Santísimo Cristo, del Señor Obispo, don Felipe, de todos los párrocos de esta ciudad, de mis hermanos franciscanos, de las relgiosas clarisas, de las religiosas  franciscanasa del Buen Consejo, de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, de los hermanos y hermanas de la O.F.S. conocidos popularmente como la Orden Tercera, de las autoridades militares del cuartel de San Francisco, de muchisimas familas y amigos de las autoridades locales. Gracias a todos por su asistencia, por haber organizado este acto y por haberme acompañado en este día, de imborrable recuerdo en mi vida.

          En buena teología, un sacerdote, y además si es franciscano, tiene que ser portavoz de la paz, del bien y de la liberación. Por eso quiero, tamnién a los que pudieron estar cansados de mi, de mis muchas equivocaciones y errores, agradecerles su paciencia y su elegancia. Rezo cada día por ellos y procuro mejorar yo mismo.

         La característica de una calle es servir de camnio  para llegar a un destino. La calle esta para pisarla, para que se sirvan de ella, para que la gente se encuentre, para que vivan las personas. Ya que desde hoy una calle llevará mi nombre, yo tambien me ofrezco a ser una calle para todos ustedes.

         Sepan que me han hecho inmensamente feliz y que por mcuho tiempo que pase nunca olvidaré el 22 de septiembre de 2002 lagunero que paremanecerá indeleble en mi memoria. Y La Laguna y ustedes estarán siempre en mi corazón. Y termino: ya saben dónde me pueden encontrar: en Guadalupe. Así es., ha sido y será siempre en nuestra vida itinerante y cambiante de religiosos que no han de apegarse a ningún lugar concreto para mejor servir a todos. Por eso estoy feliz al cumplir los designios del Todopoderoso que me llevaron a otro puerto y a otras gentes a las que igualmente esoy tratando de servir y ayudar. Pero en cualquier caso, vaya donde vaya y esté donde esté, quiero que sepan que ya son parte mía, que han pasado a formar parte de mi vida, porque, coincidiendo con el poeta Antonio Machado:" conmigo vais, mi corazón os lleva", y por tanto, aunque cambie, de ciudades y pueblos y gente, siempre estaré entre ustedes y ustedes en mi.

         Que el Santísimo Cristo de La Laguna, el Cristo moreno, y la Santísisma Virgen de Guadalupe, la Virgen morena, Patrona de Extremadura, nos hermanen y nos unan para siemrpe y nos bendigan a nosotros y a nuestros pueblos.

         Muchas gracias y que Dios les bendiga."

El padre José Arenas trabajó durante nueve años en el municipio lagunero de los que ha declarado "estar orgulloso".

El padre José Arenas, es un cordobés de Lucena, nacido en enero de 1956, en el seno de una familia cristiana, Entra en el Seminario menor con nueve años en la Fuente del Maestre (Badajoz) donde estudia el bachillerato. Más tarde continúa su formación en el Seminario de Córdoba, finalizando sus estudios en el año 1972. Da comienzo a sus estudios como novicio, pasando más tarde a Sevilla, donde estudia Teología. Se le ordena diácono en 1979, y en el año siguiente se le ordena sacerdote, de manos del cardenal Bueno Monreal.

El padre José Arenas Sabán, estuvo destinado nueve años como superior, en el Convento del Cristo y que La Laguna rindió un especial reconocimiento a su figura, trayectoria y talante personal, dando su nombre a una calle cercana a la Plaza de San Francisco.