PORTICO

La festividad de la EXALTACION de la SANTA CRUZ, es la epifanla Cristológica de SAN CRISTOBAL de LA LAGUNA.

Hay pueblos mariológicos, otros cristológicos por antonomasia, como es la ciudad de AGUERE.

SAN CRISTOBAL, portó a CRISTO a través de las aguas. LA LAGUNA, portó a CRISTO a lo largo de toda su ilustre historia desde el mismo instante en que el ADELANTADO Don ALONSO FERNANDEZ DE LUGO hace 473 años fundara la ciudad y la sellara con el carisma cristológico que a su vez trasmitió a cada lagunero, convirtiéndolos de generación en generación en portadores de CRISTO.

Ante esta realidad, nos debemos preguntar ¿Sigue siendo LAGUNA consecuente con este sagrado privilegio y compromiso?

Sinceramente creemos que si, y por tres motivaciones principales: 1. Por vocación. 2.") Por devoción. 3.) Por dedicación y servicio del pueblo lagunero para con su CRISTO.-

La Vocación al Cristo de LA LAGUNA, está marcada no sólo por la historia y tradición de la ciudad, sino también por el comportamiento de los laguneros a través del tiempo y el haber sabido ostentar esta primacia absoluta vocacional y que debemos conservar siempre.

Es por ello, por lo que damos una categoria insuperable a cuanto tenemos y poseemos, a todo cuanto represente y signifique dentro de la esfera local, esa vocación al Cristo de La LAGÜNA.

Ya desde 1590, ésta vocación al Cristo y como una sucesión de MISTERIOS, queda renovada cada viernes, y se cierra en una perenne efemérides cada 14 de SEPTIEMBRE.

Estos dias del ocaso del verano, llaman a las puertas de nuestro entornado corazón, removiéndonos y renovándonos en nuestra filial vocación de laguneros portadores de Cristo.

Pienso que al borde mismo de SPETIEMBRE, podrían quedar aun por escribir nostálgicas historias de esta acendrada vocación.

Todo lo material, es posible que quede recogido en el libro de oro de la historia de la ciudad, pero la vocación de cada lagunero por su CRISTO, no puede ser historiada, pues por pertenecer al
mundo del espiritu, está escrita en lo más recóndito de nuestro ser en ese invisible reducto de nuestra propia razón de existir y que tiene su apoyo en la fé legada de nuestros mayores, y que como una cadena misteriosa, nos une y protege en una inconsútil convivencia intima con nuestro CRISTO.