Muy buenas noches.
Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo de la Diócesis Nivariense. Ilmo. Sr. Teniente Alcalde y miembros del Excelentísimo Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna. Señor Delegado Diocesano para las Hermandades y Cofradías. Ilustrísimo Sr. Deán y miembros del Excelentísimo Cabildo Catedral, sacerdotes y religiosos aquí presentes. Excelentísimo Señor Teniente General Jefe del Mando de Canarias. Sra. Jefa de la Policía Municipal. Ilmo. Sr. Presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Ilmo. Sr. Presidente de la Asociación de las Cruces de Mayo. Ilmo. Señor Presidente y miembros del Comité Ejecutivo de la Junta de Hermandades y Cofradías. Hermanos Mayores, Esclavo Mayor, cofrades y miembros de las diferentes Hermandades, Esclavitudes y Cofradías de nuestra ciudad. Autoridades civiles y académicas aquí presentes. Laguneras, laguneros y todos aquellos que siguen este acto desde los medios digitales de comunicación.
El pasado viernes doce de febrero, Don Bernardo, se puso en contacto conmigo y me pidió que me acercara a su despacho en el obispado y como trabajo de voluntario en el Archivo Histórico Diocesano que tiene su sede en la misma manzana, en la calle Anchieta, en pocos minutos y con gran extrañeza, me personé allí. Para mi mayor sorpresa ¡me pedía ser el pregonero de la Semana Santa lagunera! Para mí es una invitación que me honra y de la que estoy muy agradecido, pero sigo estando sorprendido que depositen esa confianza en mí. Espero estar a la altura que se merece esta responsabilidad: pregonar las celebraciones, de una Semana Santa tan importante como la de nuestra ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Una Semana Santa que, si no es la más importante de Canarias, si es con seguridad de las que más alto están en el ranking, han sido muchas las personas de renombre y todas muy eruditas, las que me han precedido en este encargo. Espero que, con la ayuda de Dios, pueda ser un digno pregonero de la Semana Santa 2021.
Es una realidad muy evidente: esta Semana Santa será totalmente distinta e inédita a cualquier otra que hayamos vivido. Pero, aunque estemos azotados por la pandemia mundial del COVID, no podemos dejarnos arrastrar por el desánimo y la desesperanza. ¡SÍ! ¡Vamos a poder celebrar el Triduo Pascual!, ¡SÍ! ¡Podremos celebrar la Semana más grande del año cristiano: la Semana Santa! ¡Cristo pasa entre nosotros! Vamos a poder vivir los cultos de cada Hermandad y Cofradía, y las diferentes celebraciones litúrgicas del Triduo Sacro. En la agenda celebrativa de este año se nos invita a mirar no a lo que nos falta o no podemos hacer ante la emergencia sanitaria, sino a las oportunidades que se nos brindan para vivir con mayor hondura estos santos días.
Nuestro papa Francisco envió un mensaje para la Cuaresma de este año, en el que nos recuerda, la misma receta de siempre para este tiempo: ayuno, oración y limosna; pero con giro de actualidad. El ayuno como experiencia de privación, viviendo una pobreza aceptada, el decir “ese cigarro ahora no, dejo de remolonear y lo hago ya, me pongo y lo termino, dejo el móvil un rato, paro de buscar noticias, ahora no pongo la radio o la tele y rezo…” y estos pequeños sacrificios los ofrezco por el prójimo; una renuncia hecha por amor. Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba. Nos pide que realicemos la oración con recogimiento y silencio, que encontremos, en la intimidad, al Padre de la ternura. Por último nos habla de la limosna, esa limosna no es solo la económica, que también, sino de darnos al prójimo. Así te haces caridad, amor cristiano que es el impulso del corazón por el que salimos de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación social y de la comunión. Acompañando al enfermo o a su familia, ayudando al vecino de tu edificio que sabes que lo pasa mal por alguna circunstancia, evitando tener caras largas… estos y otros ejemplos son limosna para esta Semana Santa, gestos que son verdadera caridad al cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia. Se nos invita, ante este futuro incierto, que ofrezcamos palabras de aliento, de confianza, para que quien escucha sienta que Dios lo ama y le acompaña como a un hijo, porque es su hijo.
La Pascua del Señor es Cristo que pasa entre nosotros y no podemos dejarlo pasar de forma imperturbable, este paso nos tiene que remover y llevar a un camino de conversión y oración, a compartir nuestros bienes y nuestro tiempo y a renovar nuestra fe.
Aunque no tengamos los tronos posesionando por nuestras calles, podremos vivir todos los momentos de esta semana de pasión. Les propongo que a modo de “ejercicios ignacianos” y siguiendo el primero de sus puntos para hacer oración, traigamos al corazón “como si presente me hallare” cada estación de penitencia de nuestra Semana Mayor; tratemos de percibir, con todos nuestros sentidos, la procesión que avanza por las adoquinadas calles de nuestra ciudad de los Adelantados… Y en la tranquilidad del hogar, o en la apacible calma de las iglesias y capillas que embellecen nuestra ciudad…, sentados, sin ruidos ni distracciones, con los ojos cerrados, percibiendo el olor del incienso, de las flores que embellecen cada paso, la cera de los velones que arden perfumando cada esquina al derretirse… También podemos rememorar las escenas procesionales: el trono que pasa, las posturas de las distintas imágenes sagradas, sus vestimentas, los cofrades con sus insignias y colores, los penitentes, la Manga Cruz que abre el paso, la bandera y estandarte, los niños y jóvenes... Escuchar los sonidos del repiqueteo del tambor, la música de la banda, al que da órdenes a los que llevan el trono, el leve sonido del andar de los hermanos, las campanas cercanas, la matraca de Santo Domingo… Podemos pensar el papel que desempeñamos nosotros en esa escena: como un devoto que ve pasar el trono, un hermano cofrade, el portador que va bajo el trono, fiel que acompaña a la imagen de su devoción… para ayudar en este rato de contemplación, sería bueno tener los evangelios cerca y abrirlos por la página en la que se narra cuanto vemos y que hagamos oración, dando gracias, como decía un sacerdote amigo, por todo lo que se nos ha dado, lo conocido y lo que no conocemos. Gracias porque estamos aquí, gracias porque tenemos fe, por el bien que podemos hacer, por tener a todos nos que nos rodean, gracias, gracias, infinitas gracias…, y pidamos por el fin de este tiempo aciago y de prueba, por todo lo que nos inquieta, pidamos por las necesidades de nuestros amigos y conocidos, nuestras necesidades, pidamos que el Señor nos aumente la fe.
Propongo que en este tiempo fuerte litúrgico recemos el Santo Rosario, que tratemos a La Virgen, que la tengamos presente, ella como madre de Jesús, sufrió viendo como su hijo sufría, que la consolemos, que la abracemos como madre nuestra que es. Recordemos que en muchas de nuestras cofradías junto al trono de Cristo está un trono con María Dolorosa, confortémosla, estemos a su lado. Como canta parte del “Stabat Mater”: < Oh, madre, fuente de amor, // Hazme sentir tu dolor // contigo quiero llorar. // Haz que mi corazón arda // en el amor de mi Dios // y en cumplir su voluntad. >
El pasado año celebramos la Semana Santa confinados en nuestras casas y participando de los actos litúrgicos por televisión e internet. Este año podemos asistir a los cultos, con aforo limitado, pero podemos asistir, no habrá procesiones por las calles, pero, los templos estarán abiertos y se podrá procesionar con su Divina Majestad dentro de ellos y espero y deseo ardientemente poder visitar, el Jueves Santo los Monumentos, recorrer la calles mojadas por el rocío lagunero, sentir ese fino detalle de cariño que tenemos con el Señor Sacramentado al elaborar esas joyas de arte que nos caracteriza, es una tradición que hay que cuidar y fomentar, muchos extranjeros y nacionales se quedan admirados por la belleza, la riqueza y el cariño que se pone en los monumentos del Jueves Santo, por experiencia les digo que no hay muchos rincones en el mundo donde se reúna tanta orfebrería, alfombras, cortinas, flores y buen gusto como en nuestras islas, como en nuestra ciudad.
No quiero dejar este apartado sin hacer un merecido reconocimiento a todo el personal sanitario, desde los encargados de la limpieza y personal administrativo, hasta el personal de enfermería y médico, pasando por todos y cada uno de los oficios que tienen relación con la lucha contra este virus, desgraciadamente algunas personas de nuestra sociedad por dejadez, por acostumbrarse a convivir con la pandemia, están bajando la guardia y les cuesta continuar adoptando las medidas de seguridad, pero el personal sanitario sigue trabajando con ahínco aunque estén agotados, siguen luchando calladamente y en algunos momentos a contracorriente. También como parte de la iglesia y como parte de la sociedad he de mostrar la preocupación por la crisis económica en la que estamos inmersos, los trabajadores que están en paro, las empresas que cierran sus puertas, el gran sangrado que está sufriendo el sector turístico… Desde la iglesia, desde el mundo cofrade hay que alentar y animar, hay que ayudar en la medida de las posibilidades, seamos portadores de la esperanza. Como dice el Papa Francisco en la encíclica Frateli Tutti: “digamos palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan; en lugar de palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian”. No esperemos a que las instituciones, las ONGs solucionen los problemas, planteémonos qué puedo hacer yo desde mis posibilidades personales, qué podemos hacer nosotros como cofradía, como hermandad, desde nuestra parroquia, desde nuestra asociación de vecinos. El cristiano responsable es el que busca soluciones a los problemas del prójimo sin pedir nada a cambio y mejor si el que recibe la ayuda no se da cuenta de que he sido yo el que lo he hecho.
Desde mi perspectiva de esclavo del Cristo de La Laguna, que supongo será parecida a las de todo el mundo cofrade lagunero, los recuerdos que tengo de la cuaresma, aparte de las celebraciones, son los de limpiar plata, no solo el Mayordomo, no solo los miembros de la Junta de Gobierno, también algunos esclavos más, limpiamos altares, tronos, fanales, cruces… y aunque este año no se puede salir a la calle con el Santísimo Cristo, también se limpia para tener preparado todo y así montar el monumento del Jueves Santo. Toda esta limpieza ¿Con qué se pueden relacionar en la vida del cofrade? En que nosotros también en cuaresma hemos de limpiar nuestras almas para prepararnos para vivir bien la Semana Santa por medio del Sacramento de la reconciliación, el Sacramento del perdón que está en el corazón del proceso de conversión. El miércoles de Ceniza nos decían “conviértete y cree en el Evangelio”, pues ese “conviértete”, comienza con una buena confesión con un sacerdote, el sacramento de la penitencia es una especie de muerte y resurrección para cada uno de nosotros ¡Qué limpiemos los bajos del alma! ¡Lo que no se ve, hasta lo que solo Dios y yo sabemos!, esta es una de las condiciones más importantes para poder vivir una SANTA Semana Santa. Dios quiere transformar a los ex pecadores en instrumentos de su misericordia, lo vemos en Pablo, que de perseguir a los cristianos pasó a ser el Apóstol de los gentiles, a Pedro que le niega tres veces, que le pide que no vaya a Jerusalén a padecer, y lo nombra jefe y guía de su iglesia, a Zaqueo que se convierte… no te preocupes, Dios te recibe y te da su perdón con los brazos abiertos.
En este pregón sólo voy a nombrar alguna de las procesiones y actos que se celebran en nuestra ciudad, pienso que sería largo y tedioso ir narrando todos y cada uno de los pasos que salen a las calles. Quiero que se me entienda, no hay ninguno que no sea importante, bello, único; no hay ninguno que no esté elaborado con pasión, esmero y amor; pero no quiero cansar a los presentes.
El Evangelio de Juan nos dice: “Al oír que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando: < ¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre de Señor, el Rey de Israel. Encontrando Jesús un pollino montó sobre él > “¡Es el Domingo de Ramos! En nuestra ciudad se da comienzo a la Semana Santa, hace bien poco se repartían y bendecían los palmitos y las ramas de olivo en el atrio de la Santa Iglesia Catedral, para seguidamente comenzar con la procesión acompañando el paso de la Entrada de Jesucristo en Jerusalén, actualmente y de forma muy acertada, se reparten y bendicen los palmitos y las ramas de olivo, cada año, en distintos lugares de nuestra ciudad de tal manera que cada año se da el pistoletazo de salida de la Semana Santa desde lugares diferentes: la puerta de un convento, la puerta de una parroquia, el obispado… y se va en procesión hasta la Catedral donde, después de celebrar la Eucaristía, se parte con el trono anteriormente nombrado por las calles del centro de la ciudad. Quiero pararme en este detalle para hacer notar que la Semana Santa lagunera no es una celebración estática, encorsetada. A lo largo del tiempo se ha ido renovando, complementando, llenando de actos, charlas, cofradías, tronos, recorridos que, sin quitarle ese sabor a tradición, a abolengo, si cabe; no está en decadencia, está en continuo camino de engrandecimiento y esplendor. Un engrandecimiento del que somos parte todos y cada uno de los que participamos en estas celebraciones. Aún tengo en mi memoria aquella procesión en la que los pocos que asistimos nos preguntábamos ¿Dónde están los hermanos? Y concluíamos, están en el sur, ¡con el buen tiempo que hace! Pasaron los años y los cofrades comentaban: ¡No he dormido, vengo directamente de la discoteca en Los Cristianos, pero aquí estoy! Actualmente, el número de cofradías y hermandades ha aumentado, pocesionan más tronos y la ciudad se llena de gente. Sí, se puede decir que la Semana Santa de la Ciudad de los Adelantados crece, mejora y goza de muy buena salud.
Siempre me ha gustado mucho esta procesión del “Señor del burrito”: el colorido de los trajes que llevan los cofrades, los palmos que portan, la cantidad de niños y niñas que podemos ver, ¡es la alegría de la entrada del Señor en Jerusalén! ¡Hosanna! ¡Hosanna!, podría decir que es una de mis primeras devociones, cuando veraneaba en Icod en los años sesenta, con unos cuatro o cinco años de edad, por las tardes en la plaza de la Parroquia de San Marcos, me alejaba de la protección de mi madre; entraba solo en el oscuro templo e iba a ver al “Señor del burrito”, a decir verdad no sé si saludaba al Señor o al burrito, recuerdo que rezaba una pequeña oración y salía corriendo junto a mi madre. Esto en La Laguna no podría haber pasado, pues como hemos dicho anteriormente, todo se ha ido renovando y por los años sesenta, la imagen no se sentaba en un pollino, era un Cristo Predicador sentado en un sillón, pero ya en esos años iban niños, había palmos, se vivía esa alegría que se puede observar en la actualidad, la procesión no ha cambiado en esencia, simplemente ha mejorado.
Al comentar cada día del Triduo Pascual, partiré de la idea antedicha, siguiendo a San Ignacio “como si presente me hallare”.
El Evangelista Mateo narra que los discípulos fueron a la casa de un conocido y le dijeron: “El maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos” y “mientras comían, Jesús tomó pan y después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a sus discípulos y dijo: << Tomad y comed esto es mi cuerpo >> Después tomó el cáliz y dijo: << Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza… >>
Por la tarde del jueves Santo comienza el Triduo Pascual, en esta celebración se revive lo que sucedió en la última cena, el Señor se nos da en las formas de pan y de vino, convertidos en su Cuerpo y su Sangre, se ofrece a sí mismo a la humanidad. En el lavatorio de los pies, nos enseña que el que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos y por otro lado nos muestra la forma mejor de enseñar: con el ejemplo. Después de la misa “in Cena domini”, la liturgia invita a los fieles a permanecer en adoración del Santísimo Sacramento. Esta adoración se realiza en los Monumentos que con tanto fervor se levantan en los templos de nuestra ciudad, son verdaderas obras de arte, donde podemos encontrar plata de México, de Perú, de Cuba, muchas piezas elaboradas en América pero otras muchas trabajadas y diseñadas en nuestras islas. En tiempos pretéritos se podían encontrar varios talleres de plateros en nuestra ciudad. Hay que poner en valor esta forma original, que tenemos, al realizar el Monumento del Jueves Santo. Este día, las calles de La Laguna se llenan de gente que va de una iglesia a otra, es uno de los jueves en los que” brilla más el sol”, según dice el refrán, nos vamos cruzando con distintos amigos y conocidos, nos unimos a otros grupos, saludamos, nos tomamos un chocolate calentito… siempre recuerdo los jueves de Semana Santa como una tarde en familia con mi mujer y mis hijos que después de la Eucaristía en la parroquia de La Concepción, que es la última de la tarde, íbamos visitando al menos siete Monumentos, que siempre se hace alguno más, cruzándote con aquel amigo, con ese sacerdote, cruzándote con el Señor Obispo que le acompaña su secretario o algún vicario, me acuerdo con cariño, siendo yo pequeño, de Don Luis Franco Cascón, que nos bendecía y decía al vernos, con su acento leonés “tanto bueno por aquí” y ya de mayor recuerdo a Don Damián Iguacén con su paso firme y rápido y de Don Felipe Fernández con su personalidad tan cercana…
El Jueves Santo también tiene sus procesiones, de la Catedral parte La Santa Cena con la Hermandad del Santísimo, aquí comienza la Pasión, las gentes y el bullicio se paran, ¡pasa el Trono de la Santa Cena! Y que al llegar al comienzo de la Calle de La Carrera en la Plaza del Adelantado, se une con El Cristo de la Humildad y Paciencia, este Cristo sentado, lleno de dolor y llagas nos invita al recogimiento, a pedir perdón, el Cristo está acompañado por el paso del Santísimo Cristo de la Misericordia y el paso de Nuestra Señora de la Soledad, que vienen de Santo Domingo y los cuatro Tronos juntos, suben la Carrera dejando olor a incienso y a cirios encendidos, desde la Plaza de La Concepción se puede intuir los tronos iluminados, las filas de cofrades con sus velas, los estandartes, las banderas mientras el sol está llegando a su ocaso. Nuestra Señora de la Soledad también saldrá por las calles laguneras el Sábado Santo, cuando el Señor descansa en el sepulcro, procesiona como muestra de tristeza por la pérdida de su hijo.
Al comenzar la noche, desde las afueras de la ciudad, sale el Santísimo Cristo del Calvario, que desde el antiguo Calvario que está en San Lázaro parte para la Catedral, donde pasará la noche esperando la Procesión Magna, este Trono con los dos ladrones, torcidos de dolor, crucificados junto a Jesús, la Virgen, la Magdalena y San Juan, este lento andar de la Cofradía, el balaceo de las lámparas encendidas en lo alto de las varas, ese olor especial del incienso traído de fuera, es un conjunto de sensaciones que siempre me emociona y que cuando comienza a llegar a la calle de la Carrera, al pie de la Torre de la Concepción, ya La Santa Cena enfila para su templo y los tronos que salieron de Santo Domingo comienzan a regresar a la iglesia del antiguo Seminario.
“Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: <Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu>. Y, dicho esto, expiró.> La imagen del Señor de La Laguna nos muestra este momento, la madrugada del Viernes Santo, para todos nosotros es “La Madrugada” con mayúscula, es la procesión por excelencia de esta ciudad. Cuentan los mayores, nos sé si es verdad, que en tiempos de la Segunda República, cuando estuvieron prohibidas las procesiones, salieron a buscar a los esclavos en camiones para reunir a los suficientes y así poder sacar al Cristo en la Madrugada de ese año. ¡Qué emoción!, cuando sale por los arcos de la plaza, ¡El Cristo está en la calle! Y la plaza de San Francisco se llena de fieles y hay un silencio ensordecedor y el viento del norte hace que tirites de frio y ese repiqueteo de la caja del tambor y ese paso fúnebre, ¡El Señor de La Laguna pasa por las calles!, qué estampa más sobrecogedora, silencio, oración. Es la expresión más grande del amor de Dios, como dice Pablo “me amó y se entregó a la muerte por mí” (Gal. 2, 20). A su paso por los distintos templos los fieles rezan, cantan, meditan… las monjas Claras y las Catalinas después de cantar al Señor pasan a un momento de oración intensa, aprovechan al máximo ese tiempo que el Cristo está en su casa, se las puede ver con sus caras pegadas a la reja del coro alto, con su vista fija en el Señor. Perdonen que personalice, pero me viene a la memoria, que cuando le fuimos a entregar una flor extraída del Trono a la Madre Abadesa, pasados unos minutos no bajaba, hicimos señas y no se daban cuenta ninguna monja de la comunidad, solo rezaban concentradas, al poco se percató una hermana y avisó a la Madre y al bajar me comentó, disculpándose, que se le había pasado que tenía que bajar a recoger la flor que le damos, pues se había quedado rezando al Cristo. Desde balcones y ventanas con las luces de dentro apagadas, para que sólo el Señor tenga luz, personas anónimas cantan desgarradoras malagueñas que salen desde el corazón, no se aplaude, se canta para el Cristo, no para el público. Después de pasar por Santo Domingo cuando está clareando el día, cuando los mirlos laguneros no paran de cantar y revolotear de árbol en árbol por la Plaza del Adelantado, se empieza a escuchar el “Adiós a la Vida“ de Tosca mientras se aminora el paso para evitar el balanceo que producen los adoquines del inicio de la Calle de La Carrera, y gente, más gente, las calles se llenan, gente que en silencio ora, que se santigua, se emociona. En cada estación se va meditando el Sermón de las Siete Palabras y después de entrar en La Concepción vamos a la Catedral, y colocamos al Cristo en el lugar reservado para Él.
El Viernes Santo, por la tarde, todos los cofrades de la ciudad nos damos cita en La Catedral, allí se concentran los tronos que compondrán la Procesión Magna, aunque alguno, que no cabe, esperará por fuera para luego colocarse en su lugar de forma cronológica, de tal manera que podremos rememorar la Bendita Pasión de Nuestro Señor con 24 pasos, que si la miramos con ojos de creyente, nos ayuda a vivir cada uno de esos momentos y si la vemos como un mero espectador, disfrutaremos de un museo de arte en la calle, arte de escultura, pintura , orfebrería, bordado… pero no nos apresuremos, quiero detenerme en esa hora en la que se va organizando la salida, ese tiempo en el que mientras los miembros de La Junta de Hermandades y Cofradías van ordenando quién va y quién no, intercalando las bandas, avisando a las autoridades… en ese recinto, la catedral, escasamente iluminado, los allí presentes, cada uno con sus hábitos, con sus varas, con los capirotes en la mano, nos introducimos, sin querer, en un velatorio, unos en pequeños grupos hablan, otros rezan, otros se ayudan a vestir, pero todo con mucha devoción, respeto, responsabilidad, Cristo ha muerto, se sabe que formamos parte de una gran tradición. Ese momento es el que aprovecho para acercarme, triste, al Señor Difunto, no me preguntes por qué, pero siempre me sale la misma oración “Señor, te ha vencido la muerte, parece que todo se ha terminado, ¡Mira cómo estás!, ¡Qué desastre!, ¡Estás deshecho! ¡Un trapo!, ¡Y todo por entregarte por nosotros! ¡A ver si los carceleros de Monseñor Van Thuan tenían razón, al decir que eres un Dios defectuoso! Pero, NO, tú eres Dios y vas a resucitar y podremos decir con Santo Tomás de Aquino “Oh feliz culpa”. Gracias Señor, gracias, y me alejo del trono, que está junto a lo que había sido el monumento, con cara sonriente para esperar el momento en que sacaremos al Cristo.
Mateo nos dice que “Un hombre rico de Arimatea, llamado José, pidió el cuerpo a Pilato y José tomando el cuerpo de Jesús lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en un sepulcro nuevo que había excavado en la roca”. Al terminar su recorrido, todas las imágenes que han procesionado en la Magna, regresan a sus parroquias y templos, menos mí querido y escarnecido Señor Difunto, que será portado a hombros desde la Catedral hasta Santo Domingo, es la Procesión del Silencio, las luces apagadas, solamente iluminados con el resplandor de los cirios encendidos y la claridad de la primera Luna llena de primavera, sin banda que marque el paso, todos en silencio: los fieles y los penitentes; y van desfilando las cofradías y hermandades de la cuidad, acompañando al Señor, solo se escuchan los pasos al caminar, se escucha el golpe seco y rítmico de los catorce regatones de los cargadores al tocar el suelo, se escuchan las pequeñas campanillas que cuelgan de la urna de plata que lleva al Dios de la vida, muerto.
El Sábado Santo es un día que para la mayoría de los católicos se descansa, Cristo ha muerto y se queda en el sepulcro. Es un día en el que se invita a los cristianos a custodiar un recogimiento interior. Bien entrada la noche, se celebra la Vigilia Pascual y como comenté anteriormente Nuestra Señora de a Soledad, afligida, doliente y desolada sale de Santo Domingo al acabar la tarde. Pero quiero referirme al mundo interno de las cofradías, hermandades y la esclavitud. El sábado es un verdadero ajetreo de puertas a dentro, pues, lo que se ha estado sacando de los almacenes, limpiando y colocando a lo largo de toda la cuaresma para montar el Monumento y salir en procesión, en una sola mañana se ha de recolocar y aprovechar para dejar el altar preparado para la Vigilia de Resurrección, se tienen que desarmar los tronos, colocar bancos, quitar cortinas, aprovechar las flores, es una labor de varias personas coordinadas y repartidas en equipos, es un no parar, pero se hace con alegría aunque aún no nos hemos recuperado de la jornada anterior. Y en la noche se entonará el ALELUYA.
El evangelista Lucas escribió: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. En la noche del Sábado Santo celebraremos la solemne Vigilia Pascual, en la que se nos anuncia la resurrección de Cristo, su victoria definitiva sobre la muerte, que nos invita a ser en Él, hombres nuevos, cada parroquia celebra la Resurrección, donde se bendice el fuego y el agua y se tocan las campanas a arrebato mientras se reza el Gloria. El domingo, en La Laguna, desde tiempo inmemorial, después de la Misa Pontifical en la Catedral se ha celebrado la procesión del “Corpus Cristi”, del Cuerpo de Cristo. ¡Qué mejor forma de mostrar nuestra fe! ¡No está aquí, ha resucitado! Sí, Cristo resucita en nuestros corazones abiertos y dispuestos a acogerle, Cristo ha resucitado y se sienta a la derecha del Padre y nos acompaña en nuestro andar diario…, Cristo ha resucitado y se queda con nosotros para siempre en su Cuerpo y su Sangre que se nos da. Entonces, ¿Hay mejor forma de mostrar que resucitó que no sea mostrando su Cuerpo? Como Escribió Monseñor Cerro Chaves, arzobispo de Toledo en una carta para esta cuaresma: La Eucaristía es la realidad viva de Dios presente en medio de nosotros. Es la realidad, no la imagen; es la verdad de la Encarnación, no la representación a través del artista, las imágenes son eso, imágenes, sin embargo, el Corpus Christi en nuestras calles es la presencia real de Jesucristo mirando a tus ojos, enjugando tus lágrimas, visitando tú casa, tu familia. El Señor es trasladado desde la Catedral hasta La Concepción en el trono que pertenece a esta última, por las calles todo es alegría, desde los balcones tiran pétalos de flores. ¡Ha resucitado, ha resucitado!, lo mismo que todas las hermandades y cofradías acompañaron al Señor Difunto, ahora todos a una le acompañan en la Resurrección. Este es el momento que muestra el cartel de este año, una Semana Santa desde el interior de las viviendas, pero vivida con intensa devoción y que se puede ver a través de la ventana, a un sacerdote bendiciendo con el Santísimo Sacramento, desde la torre de La Concepción, a toda la ciudad.
No quiero despedirme sin agradecer, con sincero corazón, a todas las personas que estos días me han prestado su ayuda aportando algún dato, sugiriendo alguna idea, pasándome algún documento para trabajar con él. Me he sentido apoyado y acompañado al redactar estas líneas, sinceras gracias.
También considero que he de pedir disculpas, pues sé que no soy un gran orador y puede que algún dato no sea del todo correcto, espero que las acepten.
Termino con un soneto que encierra la devoción, el cariño y el amor que todo el mundo cofrade lagunero, estoy seguro, le tiene a nuestro Señor que se entregó, murió y resucitó por amor a nosotros.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Qué San José, que mañana celebramos su día y este año está dedicado a él, nos bendiga, nos proteja y nos ayude a vivir una santa, Semana Santa.
Muchas gracias.
Domingo Lecuona Fernández.
San Cristóbal de La Laguna a 18 de marzo de 2021.