El Crucificado, al llegar a la Isla, contó con una cofradía 

En las fiestas mayores de septiembre, los enlutados esclavos que escoltan al Crucificado lagunero suelen despertar mucho interés, hasta tal punto que los matrimonios introducen en la antigua formación religiosa a sus hijos pequeños, asegurando así una de las tradiciones más hermosas de Aguere.

La aceptación de los niños en la Esclavitud tiene sus orígenes en la petición que en 1877 hizo Josefa Tacoronte para que admitieran a su hijo de siete años de edad como esclavo, lo cual fue resuelto por el gobernador eclesiástico.

Aunque el fervor con que los laguneros entregan su amor a la venerada imagen es grande, muchos son los que desconocen la historia de la Esclavitud del Santísimo Cristo lagunero, cuyos orígenes, como cofradía, se remontan al año 1520, en que llegó el Crucificado a La Laguna de forma misteriosa, aunque con el inigualable sello artístico de las gubias del Gótico sevillano. 

La antigüedad de la cofradía lo demuestran las palabras que figuran en las Constituciones de la actual Esclavitud, relativas a que fue fundada desde antes del Concilio de Trento, lo que demuestra que data de antes de 1545.

De aquella cofradía sabemos que fue prioste en 1608 el regidor del Cabildo Cristóbal Trujillo de la Coba y que contó con hermanos y hermanas, quienes tuvieron el derecho de primacía en adquirir una sepultura en la capilla mayor de la iglesia de San Francisco.

En el año 1659, la cofradía fue absorbida por la Esclavitud del Cristo, en la que participaron todas las clases sociales, guiadas por un único objetivo: la piedad y la devoción. Fray Juan de San Francisco, consultor del Santo Oficio, fundó con treinta y tres caballeros la Venerable Esclavitud para conservar y aumentar el culto al Crucificado moreno. En la primera sesión se acordó que los esclavos vistieran túnicas largas de anascote negro con golilla y caperuza negra hacia atrás y una S roja y un clavo atravesándola.

El Libro de Actas de la Esclavitud, con tapas de peluche de color carmesí y cierres de plata, es testigo del primer Esclavo Mayor que tuvo el Cristo lagunero, conocido como Fernando Arias Saavedra.

La Esclavitud del Crucificado de Aguere logró que las fiestas fueran solemnes gracias a los recursos económicos que obtenía de los censos y tributos que poseyó en El Peñón, Geneto, Tegueste y El Rosario. El Hospital de los Dolores pagaba un tributo de treinta y seis pesos al año y varios sitios de la calle de La Noria —en Santa Cruz— aportaban también recursos. Bastantes casas santacruceras, como las de Francisco de Aguilar en el barrio de El Toscal, estuvieron sujetas a un censo que pagaban a la Esclavitud. 

El Esclavo Mayor y dos diputados fuero los encargados antaño de organizar las Fiestas del Cristo, que se gastaban muchos ducados en fuegos, comedias, libreas y otros festejos. Los regalos de la Esclavitud y sus Esclavos Mayores, dada la competencia, formaron el tesoro del Cristo, entre el que sobresale la obra de plata del nicho de la venerada imagen donada por Mateo de Velasco. Otros contribuyeron al gasto de frontales, gradas, candeleros o lámparas de plata.

Los Esclavos Mayores ofrecían grandes brindis en la Víspera, lo que motivó una restrinción en 1739, limitando  el refresco a una fuente de rosati y otra de anís, agua de nieve, bizcochos y chocolate».

Con acontecimientos como la desamortización, motivaron que el estado se adueñara de las alhajas del Cristo, las cuales fueron devueltas a la Esclavitud después de una larga lucha, aunque nadie descarta que algunas joyas se quedaran por el camino. Muchos son los que afirman que reliquias, como los clavos de madera, o alguna lámpara permanecen en colecciones privadas. Otros desean que dichas pertenencias sean devueltas algún día al recien creado museo del Cristo.

Después de una etapa conflictiva, la Esclavitud se reaviva con las Constituciones que aprobó en 1863 Isabel II y con las acciones de Fray José María Argibay que centró todos sus esfuerzos en la fe del pueblo hacia el Cristo.

Bueno es recordar que el  27 de marzo de 1906, el rey de España y los infantes María Teresa Borbón y Fernando de Baviera visitaron en 1906 el Santuario del Cristo, siendo recibido Alfonso XIII bajo palio. El monarca, el 29 de diciembre del citado año, concedió a la Esclavitud el título de Real, lo que lele permitía utilizar el escudo de las Armas Reales.

El título de Pontificia le fue otorgado el 17 de noviembre de 1907, gracias a la solicitud que hizo el mayordomo Luis Palahí e Hidalgo de Quintana. Su Santidad otorgó además. indulgencias y prerrogativas importantes para los integrantes de la Esclavitud.