" ... y le colocaron en el altar mayor, en medio de

un retablo muy costoso, con muchos velos y lámparas

de plata..."

Fray Luis de Quirós

"Milagros del Stmo. Cristo de La Laguna", 1612. 

El uso y el simbolismo de los velos y las lámparas de aceite se remonta a la liturgia del Antiguo Testamento. En el Éxodo Dios mandó a Moisés hacer un velo en la tienda del tabernáculo para separar el lugar santo del santísimo, de lino torzal, púrpura violeta, escarla y carmesí, con querubines bordados, y "allí detrás del velo pondrás el arca del testimonio" (Éxodo 26, 31-34). Delante de él, arderían sin cesar, día y noche, en presencia del Señor, las lámparas, alimentadas con aceite puro de olivas molidas (Levítico 24, 1-4). La Iglesia mantuvo este simbolismo en las cortinillas que cuelgan delante del tabernáculo cristiano, el sagrario donde habita el Dios vivo y ante el cual debe arder perpetuamente la llama de una lámpara de aceite. En el siglo XVIII el jansenismo también promovió la costumbre de no descubrir las sagradas efigies sin, al menos, encender dos velas. 

Hasta no hace mucho tiempo, las imágenes de devoción permanecían ocultas tras velos y cortinas y sólo en determinados momentos se descubría su presencia —para el oficio de la misa o en la visita de romeros y devotos—, al tiempo que se corrían los velos y se iluminaba el altar con la luz de las velas y los cirios. Todo este escenográfico ritual, que envolvía a las imágenes religiosas en una atmósfera de misterio y de imperturbable sacralidad, reafirmaba, a los ojos de los fieles, la idea y el sentimiento de la presencia real de la divinidad.

Fray Luis de Quirós, en sus Milagros del Santísimo Cristo de La Laguna (Zaragoza, 1612), señala que todas las tardes se decía en el convento franciscano una vigilia muy devota al santo Cristo y una misa cantada muy solemne, "estando el santo Cristo estas veces descubierto con muchas luces" 1. A medida que aumentó su fama y devoción, su culto adquirió más ritualidad, de modo que se dispuso que no se pudiera descubrir sin antes encender las catorce luces que tenían sus arañas 2.

El padre Quirós hace, asimismo, numerosas referencias a los "velos del Santo Cristo", cuya devoción publicaban "... velos muy ricos...", así como a su poder milagroso y taumatúrgico. Mirados como reliquias, eran como "las hojas que cubren y adornan este divino fruto..." 3. En el capítulo LIII narra "cómo el Cristo sanó con el velo" a un hombre llamado Juan Freile y a su hijo, a quienes salvó de la muerte después de colocar sobre sus cuerpos el velo que un religioso del convento había traído a su casa; y en el XLV, el milagro obrado con una doncella que tenía sus manos tullidas y que había pedido "a los padres del convento, con grande humildad, le dejasen por debajo de los velos llegar las manos a los pies del Santo Cristo". Otro velo de seda, como los que tiene delante de sí, le prometió Melchor Hernández en 1608 si se salvaba su crianza de gusanos de seda. Un año despues, él y su mujer en agradecimiento donarón un muy lucido velo, que fue estrenado en su fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz 4.

Durante los arrebatos y conatos de invasión, los velos del Cristo animaron a las fuerzas cristianas en la lucha contra herejes y enemigos. Cuando en 1599 la armada holandesa de Van der Doez se presentó ante la isla de Tenerife tras haber saqueado e incendiado la ciudad de Las Palmas, los hombres de la tierra bajaron al puerto de Santa Cruz "uno de los velos con que estaba cubierto el santo Cristo, que servía de estandarte en la batalla, y estaban con grande ánimo y brío, por tener delante de los ojos tal bandera" 5 . Es tradición que este velo es el mismo de damasco rojo que hasta hace poco tiempo guardaba la Esclavitud junto a una leyenda explicativa sobre aquel memorable suceso, impresa con letras doradas a finales del siglo XIX o principios del XX 6. Con sobrepuestos de galones y pasamanería dorada —que representan una cruz sobre base ondulante con una S atravesada por un clavo—, está tejido, sin embargo, con motivos florales de carácter barroco, que no parecen anteriores al siglo XVIII.

La primera noticia que tenemos sobre los velos del Cristo nos la aporta el investigador Lorenzo Santana, quien, en su documentado trabajo, señala que en 1580 Catalina de Baena dejó en su testamento nueve varas de tafetán negro, "de las que se tejiere en su casa de la seda que tiene, para hacer un velo al Cristo" del monasterio de San Miguel de las Victorias 7. Posteriormente, en el inventario hecho en 1640 por fray Baltasar Pérez, predicador y guardián, constan "ocho velos del sancto Christo de diferentes colores, entre los quales quatro son de toca de seda y el vno de seda y plata", así como "tres paños de de Olanda labrados de punta y encaxe que siruen a las andas del Sto Christo guando sale de processión; y tres espaldares de la cruz del sancto Christo quando sale en procesión, el uno de tauí verde naranjado y el otro de lama morada aforrado en damasquillo; otro es de tafetán negro labrado que llaman espolín", a los que se añadieron un espaldar nuevo "que dio el maesse de campo Frías de tauí vareteado enforrado en tafetán amarillo" 8. En tiempos de su sucesor, el padre predicador y guardián fray Luis de Silva, en 1647, se inventariaron "uno de raso bordado, dos de damasco colorado y tres de toca nueuos y uno de lo mismo viejo", así como otros dos velos nuevos, "uno de damasquillo asul con sanefa asimismo de damasco colorado y otro de toca blanco"; y en 1656 un "velo de toca vetado de seda verde que dio la señora presidenta al santo Christo". Por entonces, su altar se hallaba adornado con un "frutero de red de seda con un águila labrada de oro en medio", que doña Guillerma Vázquez de Nava había dejado en su testamento en 1651 9. A finales del mismo siglo, el cronista Núñez de la Peña ponderaba, asimismo, el ornato del Santo Crucifijo, "que no lo tiene ninguna imagen de estas islas", en plata labrada y en "muchos velos, algunos bordados de oro" 10.

Estos velos estaban tejidos con sedas, oro y plata, labrados con flores y dibujos —como el "damasco", la "lama", el "lampazo" y el "espolín"—, o en telas lisas de seda —caso del "tafetán", la "toca" o el "tabí", éste con efectos de aguas—y de hilo, como el "clarín" y la "holandilla", nombres con los que se conocían a distintas variedades de lienzos muy finos de lino —fibra vegetal que, por sus connotaciones de purezas, está vinculada al culto divino desde el Antiguo _Testamento—, importados de los Países Bajos, Francia y otras partes de Europa. Con frecuencia se cosía o se bordaba en medio del velo la figura o emblema de la advocación a la que estaban destinados, la "María y Corona" —como la que doña Ana Rodríguez estaba haciendo en 1754 para el velo de la Virgen de la Concepción del convento franciscano de La Laguna 11—, la cruz o la "S y el clavo", signo con el que solían tatuarse las mejillas los esclavos de la ciudad de Sevilla, utilizado más tarde por las cofradías del Santísimo Sacramento y otras hermandades y esclavitudes, como la del Cristo de La Laguna, que desde sus inicios lo adoptó como escudo 12. Incluso en algunas partes se pintaba sobre el velo —en este caso de lienzo— el retrato de la imagen que se ocultaba tras ellos, como sucede con las llamadas "pinturas correderas" del periodo colonial en el virreinato del Río de la Plata.

Para poder descubrir las imágenes sagradas, las hornacinas contaban con tornos que permitían que el velo corriese en sentido vertical, enrollándose sobre sí mismo en la parte superior del nicho. Así se podía ver hasta no hace mucho tiempo en el retablo del Cristo de Tacoronte o en los colaterales de la parroquia de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, que todavían conservan este mecanismo. También era cosa común, que las andas de baldaquino de las imágenes marianas más veneradas contasen con sus correpondientes velos y cortinas, como puede comprobarse por cuentas e inventarios de los siglos XVII y XVIII. Todo ello tuvo su repercusión en la pintura y en los retratos de las veras efigies, representadas en sus camarines y hornacinas en el momento en el que los ángeles hacen correr los velos y cortinas con los que habitualmente se ocultaba su presencia a los ojos de los fieles.

La actual hornacina en plata repujada del Cristo de La Laguna fue costeada por don Mateo Velasco en 1675, siendo esclavo mayor 13. Hijo de don Pedro de Velasco y doña Agustina Aparicio, naturales de Madrid, en su testamento, otorgado un año después, el 17 de septiembre de 1676, hizo donación de 12.000 reales para la construcción de un sagrario de plata para el mismo altar, así como otros 12.000 reales a la Virgen de Candelaria "para que con ellos se haga vnas cortinas de plata al vso y forma que la tienen las imágenes de mayor beneración de España y espesialmente en la corte, o como las que a su deuoéión se hisieron al santo Chrispto de La Laguna...14.

El cronista José de Anchieta y Alarcón (1705-1767) afirma haber conocido aquellos costosos "velos de plata", al uso "de España", del "Señor de La Laguna". Según el mismo autor —que los dibujó al margen de uno de sus manuscritos—, "eran en el nicho como cortinas coxidas al lado y los desbarataron para quitar la plata"15. Por lo demás, estos famosos velos y cortinas corredizas sirvieron de modelo para los que años más tarde se hicieron para el nicho de la patrona de Canarias, Nuestra Señora de Candelaria, que, según el contrato firmado en 1681 en La Laguna, debía de tener velos que "bajen y se corran del modo mismo con que están los del Santo Xpto en el altar mayor del convento de San Francisco" 16. Los mismos pueden apreciarse en el grabado que, por entonces, en 1677 realizó Gregorio Fosman —dado a conocer por el profesor Galante Gómez- 17, que representa a la sagrada imagen en el instante en el que es descubierta a los ojos de los fie-les, como ponen de manifiesto las velas encendidas sobre las orlas laterales del altar y los ángeles que corren las corti-nas superiores que cubren el conjunto. En el interior del nicho, una cortina partida en dos, que cuelga de una cenefa con flecos y borlas pendientes situada en lo alto de la hor-nacina, cae por ambos lados en pliegues simétricos.

En el inventario realizado ese mismo año por el guardián fray Luis Hernández se dice que se había acabado la "obra tan lucida como costosa del nicho", con su frontal, bujías y "dos tornos de tela" —sin duda dispuestos para correr los velos—; "que todo toca a la cofradía del sancto Xptto, la qual obra a corrido por la disposisión del N.M.R.P. fray Sebastián Sanauia" 18. Este último dio cuenta, un año después, del gasto hecho en la construcción del sagrario de plata, cuyo importe —en el que se invirtió el legado de Mateo Velasco— se elevó a la considerable suma de 18.557 reales, 11.449 reales en plata y "lo restante fueron de hechuras y de manos de Juan González y de hierros y de otras menudencias..." 19. Cabe identificar a este Juan González con el ensamblador Juan González de Castro Illada, uno de los retablistas más reputados en su tiempo, autor, con Antonio Estévez, del retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de Candelaria. Como se sabe, estas grandes obras de plata repujada, realizadas sobre estructuras de madera, requerían la colaboración de los maestros carpinteros, lo que explica, por otro lado, las concomitancias estructurales y decorativas —follajes y tallos vegetales, conchas, mascarones de cuya boca surgen hojas de acanto, cabezas de querubines, jarrones con flores y frutas— que presenta el sagrario del Cristo de La Laguna con los retablos isleños del momento.

Entre las alhajas y objetos de valor que custodia el Museo de la Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, se conserva todavía un paño tejido en terciopelo de seda verde con bordado aplicado en seda. Aunque por su forma y técnica podría pasar por un repostero, es en realidad uno de los velos que hasta no hace mucho tiempo cubrían la venerada imagen del Cristo de La Laguna dentro de su retablo-hornacina, por lo demás seguramente el único de estas características que se ha conservado en las Islas. En efecto, el inventario verificado en 1835 con motivo de la supresión del convento da cuenta de un "velo de terciopelo verde en el nicho con las cuatro puntas bordadas de seda", cuya pertenencia, según el mismo, correspondía "a la esclavitud y cofradía del Señor" 20. Los libros de inventario pertenecientes al antiguo convento franciscano de La Laguna permiten conocer que se hizo entre 1762-1763. En el inventario que fray Marcos Moreno realizó en 1763 para ser presentado en el capítulo provincial que se celebraría en el convento de San Lorenzo de La Orotava, correspondiente a aquellos años, consta que, "a cuidado de la esclavitud del Santísimo Xsto", además de acabarse el tallado y dorado "de los dos lados del santa sanctorum", se había hecho "toda nueva" la orla de plata repujada del nicho del Señor, "con la plata de la antigua y con algunas onzas más que llevó", así como un sitial de "terciopelo encarnado con galón de oro y vn velo de terciopelo verde para el Nicho del Señor bordado de ceda" 21.

Con el paso del tiempo y los cambios en la liturgia, el velo cayó en desuso. Borrada la memoria de su antigua función y significado, se utilizó hasta hace muy poco tiempo como colgadura para adornar el exterior del santuario durante su festividad. Se trata de un paño rectangular forrado con lienzo fino en su reverso, sin corte en el medio, lo que indica que sólo podía correr en sentido vertical, enrollándose sobre sí mismo. Mide 240 x 166 cm y está realizado en cuatro piezas de terciopelo cosidas entre sí, dos de mayor anchura en el centro, de 52 cm —medida típica de los tejidos elaborados en telar manual— y otras dos laterales más estrechas, de 41 cm. La decoración, a base de motivos vegetales de carácter barroco, ocupa los bordes —con ángulos redondeados en su parte superior para adaptarse al arco de la hornacina del Cristo—, las cuatro puntas y el espacio central, reservado al emblema de la esclavitud, la S y el clavo. Su técnica es la del bordado aplicado o superpuesto, es decir, motivos recortados sobre terciopelo verde y seda amarilla, realizados aparte y luego cosidos a la pieza. Los bordes y perfiles de los follajes están delineados con cordoncillo, mientras que el interior de las flores, hojas y capullos presenta ligeras puntadas de seda al matiz en los mismos colores. Sobre su origen, la citada nota de inventario utiliza el verbo "hísose", lo que parece indicar que fue bordado en La Laguna,. quizás en alguno de los monasterios de monjas de clausura de la ciudad, como se ha transmitido oralmente hasta la actualidad. 


Posee también la esclavitud un estandarte con fondo de damasco rojo y bordados aplicados "a la cartulina" con diferentes hilos de oro, que describen, en ambas caras, follajes y roleos vegetales a partir de un escudete central con la cruz en su parte delantera y las cinco llagas en la posterior. Su hechura es algo anterior al velo de terciopelo verde y consta en el inventario presentado por fray Francisco Damián Romero en 1756. Entre los "aumentos" que habían tenido lugar durante el tiempo de su guardianía (1754-1756) se recoge lo siguiente: "Tráxose vn estandarte con fondo de damasco encarnado i ramos sobrepuestos de oro i se perfisionó, así con borlas como con todas las demás cosas presisas, que su costo exedió a seisientos pesos..." 22. A diferencia del velo anterior, la expresión "tráxose" indica claramente que fue importado de algún centro peninsular, posiblemente de Cádiz o Sevilla, cuyos talleres abastecieron a las Islas durante los siglos XVIII y XIX 23

LÁMPARAS VOTIVAS Y JUEGO DE AGUAMANIL

Desde el siglo XVI, el Cristo de La Laguna fue objeto de gran veneración, de modo que su devoción se extendió por todas las Islas. Su altar llegó a tener hasta siete lámparas votivas, regalo de los poderosos patricios de la isla, de los comerciantes adinerados y de los navegantes de la carrera de Indias, que agradecían, de esta manera, el haber llegado a buen puerto.

La primera lámpara de plata que tuvo la imagen fue, según el padre Quirós, la donada en 1592 por el portugués Antonio Correa de Guzmán y es, hoy en día, la más antigua que existe en Tenerife. En apenas dos décadas, su número se multiplicó, de manera que en 1612 poseía "seis lámparas de plata muy grandes, con otra pequeña, muy bien obradas y de mucho valor" 24. Éstas eran, además de aquella primera, las cuatro regaladas en 1608 por García de las Muñecas, mercader natural de Castro Urdiales (Santander) establecido en Santa Cruz de La Palma desde finales del siglo XVI, así como la que donaron por las mismas fechas los regidores García del Hoyo y su hijo Fernando del Hoyo Calderón. Sin duda, se trata de las mismas siete lámparas del "Sto Xpo" citadas en el inventario de 1647 y, en 1669, por Núñez de la Peña 25 En la actualidad se conservan cinco ejemplares, todas ellas —con excepción de la mayor— de características manieristas (estilo que dominó en la platería española desde 1580 hasta 1670 aproximadamente), como evidencia su decoración de tipo geométrico, a base de espejos, gallones y "ces" contrapuestas.

Obsequiadas como exvotos, testimonian la devoción y el agradecimiento de mercaderes y navegantes, que imploraron el auxilio del Cristo de La Laguna en medio de los embates del mar y de la piratería. Al respecto, escribía el padre Quirós: "la primera lámpara de plata que se puso al santo Cristo (que valdrá más de cien ducados) es cosa muy sabida en la ciudad de La Laguna... que la dio un mercader portugués llamado Correa que trataba en la isla; el cual viéndose en la mar en una gran tormenta, estando ya todos desesperados de poder escapar con la vida..." se encomendó muy de corazón al santo Cristo "y le prometió la lámpara si le libraba de aquel peligro y trabajo; y luego se sosegó el mar, y llegaron con bien al puerto", cumpliendo el mercader lo que había prometido 26. A pesar del tiempo transcurrido, todavía se conserva colgada en el extremo derecho del arco, rotulada alrededor del plato con una inscripción dedicatoria que dice así: "ESTA LANPARA DIO EL CAPITÁN ANTONIO COREA DE GVUZMAN POR EL SEGVRO DE SV NAO CON ESTE SANTO CRVCIFIXO * AÑO DE 1592 AÑOS". En 1608 el capitán García de las Muñecas, regidor y vecino de La Palma, aseguró también su barco con el Cristo de La Laguna, prometiéndole, si llegaba a salvamento, una lámpara de plata. De Sevilla —escribe fray Luis de Quirós— "volvió a La Palma con buena cantidad de dineros y plata labrada y otras cosas de precio... y en el mismo navío venía la lámpara que había prometido, con otras tres para el Santo Cristo, que valían todas seiscientos ducados" 27.

Al lado de la lámpara de Antonio Correa se encuentra la donada pocos años más tarde (antes de 1610) por García del Hoyo (1548-1610), nieto del conquistador Hernando del Hoyo, y su hijo primogénito, don Fernando del Hoyo Calderón, como proclama una inscripción en el borde exterior del manípulo: "ESTA LANPARA HICO EL SENOR GARCIA DEL OYO Y SV HIJO DON FERNANDO DEL OYO I CALDERO". Natural de La Laguna, García del Hoyo se avecindó en Garachico, donde falleció en 1610 después de haber otorgado testamento el 22 de septiembre ante el escribano Juan de Pineda 28, mientras que su hijo murió en el mismo lugar en 1623. Su estructura y decoración apenas presentan diferencia con la que cuelga en el extremo del lado sur, también rotulada en el manípulo, en este caso con la leyenda "LA OROTAVA" . Entre ésta y la del centro se encuentra otra lámpara del mismo tipo —sin leyenda alguna—, aunque con variaciones en cuanto a la ornamentación de espejos, gallones y "ces" en roleos. Fechable en el primer tercio del siglo XVII, acaso sea alguna de las cuatro que trajo de Sevilla el capitán García de las Muñecas en 1608.

Por último, de fecha posterior es la lámpara central, de mayor tamaño que las anteriores (54,2 cm de diámetro en el plato). Se halla repujada con flores y follajes entre los que se intercalan cuatro figuras de niños denudos, tipo de decoración naturalista en relieve característica de los talleres laguneros del primer barroco. Los eslabones de las cadenas están calados con el símbolo de la esclavitud, la S y el clavo. Llama la atención la configuración ochavada del plato y del manípulo, así como la forma piramidal del perillón del remate, soluciones ambas que la emparentan con la lámpara de la capilla de los Machado en la iglesia de Santa Catalina de Tacoronte (1670). Todo ello parece indicar que se trata de una obra labrada posiblemente en La Laguna —a la sazón, principal centro de platería del Archipiélago— en el último tercio del siglo XVII o en los primeros años de la centuria siguiente, quizás con la plata fundida de lámparas anteriores. 

Además de las lámparas votivas, guarda la esclavitud otras alhajas de plata (navetas e incensarios, candeleros, atriles y cruces de altar, cálices y portapaces), entre las que destaca por su valor y calidad un juego de aguamanil de procedencia mexicana, de finales del siglo XVII o principios del XVIII 29. La fuente, con tetón central para encajar la jarra, constituye una obra muy representativa de los obradores novohispanos del momento, repujada con decoración radial relevada de carácter vegetal, a base de tallos rectos de los que surgen dobles volutas florales simétricas. Ejemplares similares existen en la catedral de La Laguna (una de ellas marcada en México 1715-1727), El Salvador de Santa Cruz de La Palma (anterior a 1731) y monasterio del Císter en Teror. La jarra que lo acompaña constituye una obra muy personal y refleja la influencia de los modelos renacentistas y manieristas a la italiana, en especial en el pico vertedor, de amplia curva, y en el asa, en forma de sirénido, prácticamente igual a la de la her-mandad sacramental de Nuestra Señora de la Alegría de la parroquia de San Bartolomé de Sevilla (México, último tercio del siglo XVII) 30. Quizás se trate —aunque no es posible asegurarlo— del aguamanil que los hermanos betlemitas dejaron en 1725 a los franciscanos al abandonar su casa de La Laguna para establecerse en América 31. 

Jesús Pérez Morera

Departamento de Historia del Arte

Universidad de La Laguna 

 

 

1 QUIRÓS, L. de, Milagros del Stmo. Cristo de La Laguna, La Laguna, 1988, 286.

2 BONNET Y REVERÓN, B., El Santísimo Cristo de La Laguna y su culto, Santa Cruz de Tenerife, 1985, 110. 

3 QUIRÓS, L. de, op. cit., 354, 414, 435, 439.

4 Ídem, 413-416, 349 -350 y 386.

5 Ibídem, 277.

6 BONNET Y REVERÓN, B., op. cit., láminas entre las págs. 176 y 177.

7 SANTANA RODRÍGUEZ, L., "El origen del Santísimo Cristo de La laguna y de su devoción", Fiestas del Cristo de La Laguna (programa), Excrno. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna, 2000. 

8 AHPT, libro primero de inventarios del convento de San Miguel de las Victorias, C-1497, f. 3.

9 Ídem, f. 10, 11, 23 y 34v.

10 NUÑEZ DE LA PEÑA, J., Libro de Antigvedades y Conqvista de las Islas de Canarias, 1669, 354 (manuscrito); y FERNÁNDEZ POUSA, R., "La historia del Cristo de La Laguna según unos capítulos inéditos de Juan Núñez de la Peña", Revista de Historia, núm. 65, enero-marzo, 1944, 62.

11 AHPT, libro segundo de inventarios del convento de San Miguel de las Victorias, C-1949, f. 543.

12 BONNET Y REVERÓN, B., op. cit., 144 y 194. 

13 HERNÁNDEZ PERERA, J., Orfebrería de Canarias, Madrid, 1955, 249.

14 AHPT, P.N. 106 (Mateo de Heredia, 1676), f. 432v y 433. Agradecemos el hallazgo de este documento al investigador Carlos Rodríguez Morales.

15 AHML, Archivo Ossuna, sig. 0-9-3, f. 130v y 192. Agradecemos esta información a los investigadores Lorenzo Santana Rodríguez y Carlos Rodríguez Morales.

16 TRUJILLO RODRÍGUEZ, A., El retablo barroco en Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1977, t. II, 97.

17 GALANTE GÓMEZ, EJ., El Cristo de La Laguna. Un asesinato, una escultura y un grabado, Excmo. Ayuntamiento de San Cristóbal de La Lagu-na, 1999, 122-152. 

18 HERNÁNDEZ PERERA, J., op. cit. (AHPT, C-1497, f. 86v.).

19 AHPT, C-1839, gasto de la cofradía del Cristo de La Laguna, 1678.

20 ADT, Conventos, leg. 4, exp. núm. 5. 

21 AHPT, C-1949, libro segundo de inventarios del convento de San Miguel de las Victorias, f. 595v.

22 Ídem, f. 555.

23 Sirva de ejemplo el estandarte de terciopelo bordado de la hermandad sacramental de la parroquia de Santiago del Realejo Alto, adquirido en la casa de comercio Orea de Cádiz en 1803. 

24 QUIRÓS, L. de, op. cit., 332-335 y 439.

25 NÚÑEZ DE LA PEÑA, J., op. cit., 354 y FERNÁNDEZ POUSA, R., op. cit, 62.

26 QUIRÓS, L. de, op. cit., 332. 

27 Idem, 334-335.

28 AHPT, P.N. 689 (Juan de Pineda, 1610), f. 293.

29 PÉREZ MORERA, J., "Platería en Canarias. Siglos XVI-XIX", Arte en Canarias (siglos XV-XIX). Una mirada retrospectiva, Gobierno de Canarias, 2001, t. I, 267.

30 SANZ SERRANO, MJ., La orfebrería hispanoamericana en Andalucía Occidental, Sevilla, 1995, 40-41.

31 HERNÁNDEZ PERERA, J., op. cit., 163 (AHPT, libro segundo de inventarios del convento de San Miguel de las Victorias, C-1949, f. 389v).