Leoncio Rodríguez, benemérito lagunero, escribió en el capítulo RINCONES HISTÓRICOS, de su libro ESTAMPAS TINERFEÑAS, un párrafo que vale destacar, cuando en este año 1993, a escasos tres de un quinto centenario fundacional, llega
el mes de septiembre, y con él las conmemoraciones festivas en honor del venerado Cristo de La Laguna:
". . . . por los viejos pórticos pasaron legiones de fieles de toda condición y linaje a rendir pleitesía al Cristo de San Miguel de las Victoria. Desfilaron bajo sus arcos las Levas para Flandes, los Tercios para Portugal y Extremadura, las Milicias triunfadoras de las invasiones extranjeras, los Corregidores y Capitanes a guerra, el Cabildo con su Alcalde mayor, regidores y escribanos, precedidos de reyes de armas y clarineros, las Cofradías del Viernes Santo, con sus largas túnicas de anascote, golilla y caperuza negra llevando hachones encendidos, las multitudes en sus fiestas de toros, cañas y comedias libreas y torneos . . ."
El P. Luis de Quirós, "religioso lleno de virtudes, dotado de clara inteligencia", llegó a San Cristóbal de La Laguna en 1606 y, emocionado y conmovido ante la devoción del pueblo, escribió su apasionada ofrenda al Cristo lagunero, el "BREVE SUMARIO DE LOS MILAGROS QUE EL SANTÍSIMO CRUCIFIJO DE SAN MIGUEL DE LAS VICTORIAS DE LA CIUDAD DE LA LAGUNA DE LA ISLA DE TENERIFE HA OBRADO HASTA EL AÑO DE 1590". El principio de la larga biblioteca y de artículos y poesías, en los que se unen seres humanos, que hacen realidad los versos de una copla muy sencilla y muy popular, cerca-na a nuestra Laguna de antes de ayer:
"Si subes a La Laguna entra en el Cristo a rezar. . ."
¿A rezar? ¿Por qué y para qué? Pues para agradecer, para suplicar. . . porque me llevan a la guerra. . . porque mi hijo está enfermo . . . porque sufro mal de amores. . . En todas las peticiones, en los agradecimientos, el amor.
* * *
Las peripecias históricas, las buenas y las malas, de la ciudad, se ligan a la amada escul-tura de este Crucificado, una entre las miles del mundo cristiano, porque "regnavit a ligno Deus"; Dios reina sobre un madero. Un buen poeta italiano escribió "Fin che Tu te ramenti. . . fin che ío m'scordi". Para que Tú te acuerdes, para que yo me olvide. . . Las ruedas del tiempo, las cajillas de la noria de las festividades, derraman los antiguos episodios; las oraciones de hoy, los cirios ardiendo, el ir de rodillas al altar, el subir a rezar al Cristo de La Laguna, se enlaza en amplia cadena de aros de oro, plata o hierro, a las primeras súplicas; las dudas y los llan-tos de sor Almerina de la Cruz, las pesquisas, preguntas y curiosidades del P. Quirós, los desvelos de Bartolomé Casanova, de fray Francisco de los Ángeles, del obispo Francisco de Sosa; también al mercader que confiaba al Crucificado el buen viaje de sus navíos, libres de piratas y de tormentas.
* * *
Las fiestas, casi cinco siglos de tradicionales celebraciones, son algo más que la suce-sión de espectáculos feriales. Su centro está en un altar. Para que Tú, ¡Negrito, negrito mío! (así lo piropeaba el P. Arbibay), para que Tú te acuerdes de mis necesidades, para que te olvides de mis desobediencias. En las fiestas y en los demás días del año, se va componiendo la corona de buenas voluntades, rosas de nuestra fe, de nuestra esperanza y amor, que ponemos junto a la de duras espinas que atormentan a Cristo moribundo. Ser esclavo; aunque no se figure en las listas de la cofradía que se fundó devotamente en 1659. En Sevilla y en el siglo XVI se marcaban algunos esclavos con una S en una de sus mejillas y un clavo en la otra. La misma insignia que adoptó la Esclavitud del Cristo de La Laguna. Ser esclavo feliz del mejor de los amos. . . . El clavo clavará nuestro libre albe-drío a su amable dominio.