¿Qué relación existe entre el funcionamiento de la sociedad tinerfeña y la aparición de las fiestas del Stmo. Cristo?, ¿por qué se crean dichas fiestas en 1607?, ¿a qué causas obedece el establecimiento de la Esclavitud? y, por último, ¿cómo se explica la vigencia y conservación de esta festividad, próxima a cumplir sus cuatrocientos años de existencia? A responder estas y otras preguntas dedicaremos las páginas siguientes, con la profundidad que toda síntesis histórica permite.
EL PUNTO DE PARTIDA: LA SOCIEDAD TINERFEÑA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVI
Finalizada la conquista de la isla en 1496 y el período colonizador, surge una sociedad resultado de un complejo proceso de asimilación, superposición y unión entre grupos diferentes en lo geográfico, cultural, religioso y étnico. Durante toda la primera mitad del siglo XVI, esa nueva sociedad trata de plasmar en un espacio recién conquistado los patrones culturales traídos por los distintos grupos, a lo que hay que añadir una realidad preexistente: la aborigen, aunque en pleno declive. En la segunda mitad de este siglo, se avanza en la construcción de esa nueva estructura social, en la que van imponiéndose principalmente los esquemas europeos.
El marco cronológico que hemos elegido supone para la sociedad tinerfeña un punto álgido, que condiciona su posterior evolución. A partir de 1560, se inicia la transformación del modelo económico, basado en la agricultura, lo que representa un cambio trascendental que afectará al conjunto de la sociedad. Esa transformación se observa, por un lado, en el rápido crecimiento del subsector agrario de exportación, especializado en la elaboración del vino, y, por otro, en la intensa disminución de la producción en el subsector agrario destinado al abastecimiento del mercado interno. Este último subsector es fundamental porque aportaba los productos esenciales para la subsistencia (primordialmente, los cereales). Eso supone que conforme se acerca el final del siglo XVI, Tenerife intensifica su dependencia cerealística del exterior.
Este desajuste producido dentro de la agricultura, revela las debilidades de ese nuevo modelo económico (que se van a mantener hasta prácticamente finales del siglo XVIII) , no sólo dependiente del exterior, sino también vulnerable al desarrollo de la población, que no deja de crecer durante todo el siglo1. Ese incremento de la población insular (más precipitado en La Laguna por su condición de capital) va a generar, a su vez, un aumento de la presión sobre los recursos básicos, que desde 1560 disminuyen de manera ostensible a favor de la producción del vino. Esto resulta vital, debido a que hay un desequilibrio claro (que se acrecentará) entre la población y los recursos disponibles de Tenerife. En esta situación, la salida ilegal del grano fuera de la isla, la presencia de la población mercantil de paso y el aprovisionamiento de los navíos (que acentúa la demanda de productos alimenticios elementales para la subsistencia diaria), y las dificultades meteorológicas (sequías, lluvias torrenciales, plagas...) provocan que la producción cerealística, que ya de por sí dificilmente podía abastecer al conjunto de la población, fuera deficitaria y se tuviese que importar el grano de otras islas y del extranjero2.
La importancia de lo expuesto es clara, por cuanto las debilidades mostradas por el modelo econónico vitivinícola, van a determinar mayor utilización de la vía religiosa como mecanismo para solucionar los problemas de abastecimiento de la comunidad. Esto es lo que en último término se encuentra en la base de la creación de las fiestas en 1607. De hecho, en los años previos aumentan las rogativas. La imagen, es sacada repetidamente en procesión para solicitar, sobre todo, el de las frecuentes sequías. No sólo se recurre al Stmo. Cristo, sino a la Virgen de Candelaria, que a partir de la segunda mitad del siglo XVI inicia sus visitas a La Laguna, en la mayoría de las ocasiones con el mismo objetivo: acabar con los prolongados períodos de falta de lluvias, que hacían peligrar las cosechas.
1607: LA ELECCIÓN DEL CRISTO Y EL NACIMIENTO OFICIAL DE LAS FIESTAS
¿A qué responde la elección del Cristo de La Laguna y no de otra devoción? En primer lugar, la relevancia que adquiere la imagen va unida claramente a la difusión que desde las esferas políticas y, en especial, religiosas se realiza de su poder milagroso, fundamentalmente en el paso del siglo XVI al XVII. Este es el momento en el que se empiezan a sentar las bases ideológicas de la sociedad tinerfeña, por lo menos el ámbito religioso. No en vano, en el escaso período de tiempo entre la publicación de las obras de fray Alonso de Espinosa en 1594 y de fray Luis de Quirós en 1612 (la primera dedicada a los milagros hechos por la Virgen de Candelaria y la segunda a los realizados por el Cristo de La Laguna), se construye la memoria histórica de las dos principales devociones de Tenerife.
Otra razón de la designación del Cristo la apuntan las investigaciones clásicas dedicadas al estudio de la efigie lagunera, que señalan que desde su llegada a la isla obtuvo los favores de la colectividad por su sobresaliente poder supraterrenal, es decir, por su capacidad para resolver aquellos males cuya solución había escapado al control de los hombres. El Stmo. Cristo revela, así, su condición de salvador de la comunidad y de principal responsable de su marcha positiva.
La elección del crucificado y la instauración de las fiestas coincide, además, con el inicio de la labor recopilatoria de los milagros por L. de Quirós en 1607. El propósito del autor es contribuir a su mejor conocimiento y mayor devoción. Pero, su obra supone algo más que un medio de predicación y de evangelización. Es el vehículo empleado para promocionar e integrar a la imagen en la comunidad, atraer a la feligresía e influir sobre las mentalidades colectivas. En su libro resalta todo lo que contribuye a aumentar la aureola mística y sobrenatural del Cristo: por ejemplo, las letras pintadas en el perizonium (el paño de pureza), las distintas versiones sobre su llegada a Tenerife (convertidas en mitos de origen) y especialmente la descripción de los milagros que ha obrado. El trabajo de L. de Quirós culmina con el reconocimiento oficial y jurídico de esos milagros. De este modo, en 1609 el Cristo es declarado imagen santa y milagrosa.
En lo que se refiere a la creación de la festividad, la aprobación el 17 de septiembre de 1607, por el antiguo Cabildo de La Laguna, de la celebración de una fiesta anual cada 14 de septiembre en honor al Stmo. Cristo, supone el reconocimiento político-institucional de una realidad existente años antes, tal y como se recoge en el libro de actas de la citada institución insular, marcando al mismo tiempo el inicio de la más enraizada de las tradiciones de la ciudad (véase foto ):
«La Justicia i Regimiento dixeron que cosa sabida es la mucha i antigua debocion que en todas estas islas i en toda España se tiene al Santísimo Cristo, que esta en el conbento del señor San Francisco desta ciudad; i se celebra la fiesta en cada un año a catorce de setiembre, a la qual [c]oncurre mucho numero de personas destas islas con gran debocion, por las muchas mercedes que Dios es servido hacernos, por lo bien que se celebra la dicha fiesta; i en las necesidades que esta isla a tenido de falta de salud i de aguas e otras muchas, patentemente se a visto concedernos Dios lo que le suplicamos iendo a su casa en procesion i [h]aciendo otros sufragios; i para que estas mercedes crescan es necesario cresca la debocion i se sirba a Dios con mas bentaja; mandaron que de aqui [en] adelante para sirmpre jamas se celebre la la dicha fiesta por [la] ciudad, hacíendose con el maior aparato i desencia que se pueda, i en cada un año, se nombre diputados desde aiuntamiento que la hagan, i en ella se gasten cinquenta ducados, i estos sean de doscientos que este Concejo tiene facultad real para gastar docientos ducados [sic.] en la de nuestra señora la Candelaria...>>3.
Pero, ¿por qué en 1607? Junto a las causas señaladas de carácter ideológico, en ese año se agrava el desequilibrio del modelo económico, generando una situación crítica que finalmente precipita la institucionalización de las fiestas. Así en 1607 a la falta de lluvias (habitual desde principios de siglo), se une una plaga de cigarrón, que amenaza la cosecha de cereales, bastante disminuida ya por la sequía. Resultado, además, de ese desequilibrio económico va a ser no sólo el establecimiento de las fiestas, sino también la visita de la Virgen de Candelaria por primera vez en el siglo XVII (que a su llegada a la ciudad es acompañada por el Cristo) y la designación en abril por sorteo de San Plácido como santo protector ante el cigarrón, instituyéndose la festividad en su honor.
Como se ha comprobado, desde que el antiguo Cabildo toma conciencia de la significión social y política del crucificado, decide costear los gastos de las fiestas de septiembre y tratar de ejercer de esta manera, un cierto control sobre la misma. Aunque, la festividad no adquirirá un auge significativo hasta que la Esclavitud intervenga en su organización.
LA ESCLAVITUD Y LA "ARISTOCRATIZACIÓN" DE LA SOCIEDAD CANARIA EN EL SIGLO XVII
La aparición de las fiestas y por extensión de la Esclavitud del Stmo. Cristo de La Laguna no se explica sin la existencia de un marco ideológico favorable, que como ya se señaló muestra sus primeros resultados reales en el tránsito del siglo XVI al XVII. La difusión del espíritu de la contrarreforma surgido del Concilio de Trento (1545-1563) permite potenciar el culto a las imágenes. Mientras, el movimiento artístico conocido como Barroco (que a Canarias llega aproximadamente a partir de 1620) va a surgir como una vía de propaganda de los principios establecidos en el referido Concilio, incrementando el papel de las imágenes como vehículo de predicación muda. Se busca atraer a los fieles hacia la práctica religiosa, por medio del sentimiento, lo extraordinario y lo milagroso. En este contexto, se produce la fundación de la Esclavitud.
¿Quiénes son sus integrantes? Los sectores dominantes de la sociedad, constituidos por la "nobleza" (en proceso de formación), el alto clero y las burguesías agraria y comercial, que son los propietarios de las mayores y mejores extensiones de tierras y cursos de agua. De esta forma, se convierten en los principales beneficiarios de la exportación del vino isleño, sobre todo a Inglaterra. Un volumen notable de los beneficios que obtienen, durante esta fase económica propicia, los van a dirigir hacia la inversión suntuaria, a través de la cual tratan de consolidar su posición privilegiada, intensificando su identidad como estamento social. En esta situación se asiste a la " aristocratización" de la sociedad, es decir, a la búsqueda del ennoblecimiento por parte de los miembros de los sectores dominantes. El fin perseguido es, en unos casos, el acceso a una posición social privilegiada y, en otros casos, el mantenimiento de esa posición.
El empleo de la inversión suntuaria incluye, a su vez, la fundación de cofradías y asociaciones religiosas. En La Laguna hay varios ejemplos destacados: como las hermandades del Stmo. Sacramento de las parroquias de los Remedios (1647) y de la Concepción (1628) y, también, la Hermandad de San Juan Evangelista (1648) de esta última iglesia. Aunque, el caso más sobresaliente es la Esclavitud del Stmo. Cristo, fundada el 6 de septiembre de 1659, y de la que van a formar parte tan sólo treinta y tres personas. Todas ellas pertenecientes a la élite insular y regional. No en vano, su primer esclavo mayor fue D. Fernando Arias de Saavedra, el señor de las islas de Fuerteventura y Lanzarote. La presencia exclusiva de miembros de los sectores dominantes está en estrecha relación con la explicación expuesta más arriba; la esclavitud es considerada una institución de hidalguía, de convivencia y reunión de las más destacadas personalidades de la élite social. Esta institución cuenta además con la bendición de la divinidad y está bajo la protección de una devoción de elevado poder terrenal y supraterrenal. Tras su fundación, la Esclavitud (que sólo admite varones), absorbe paulatinamente a una cofradía del Cristo de La Laguna previa (formada por hombres y mujeres de diferentes estamentos sociales), creada en el siglo XVI. Aunque, según las evidencias existentes en la actualidad, entendemos que el control de esa cofradía estaba igualmente en manos de la élite, al menos desde el comienzo del siglo XVII.
En el mes de noviembre de 1659 son aceptados como esclavos supernumerarios las dos máximas autoridades de las Islas Canarias en lo religioso y militar: el obispo Diócesis de Canaria, fray Juan de Toledo, y el capitán general, D. Alonso Dávila y Guzmán. Esto demuestra la relevancia social que cobra esta asociación religiosa desde su creación y refleja igualmente la preocupación de sus miembros por mantener el control de la misma. Así, en los primeros estatutos se insiste en que el culto al Cristo lo den sólo «personas de su posición y autoridad, para que no fuese a menos el culto» y se establece el voto secreto y mayoritario a la hora de aprobar la entrada de un esclavo. Se trata de una estrategia por la que los sectores dominantes se garantizan, por medio de los estatutos, el dominio sobre la reproducción ritual de la Esclavitud. Además, el establecimiento de un número clausus, en base a un argumento religioso (los esclavos son treinta y tres «en memoria de los años de Cristo») permite otra vía más de control sobre la incorporación de futuros miembros.
Desde su aparición la Esclavitud controla todo lo relacionado, con la veneración del Cristo y la celebración de las fiestas. A partir de 1659 el auge de la festividad será sustancial, prolongándose hasta bien entrado el siglo XVIII, lo que está en clara conexión con la transformación de la festividad y de la Esclavitud en un mecanismo de unión de los sectores dominantes, en una vía para obtener el reconocimiento del conjunto de la sociedad y la legitimación del status adquirido. No resulta casual, pues, que en estos momentos, no solamente las fiestas del Cristo conozcan su mayor esplendor, sino la imagen y por extensión, el convento de san Francisco, beneficiario de numerosas limosnas, fundaciones religiosas y regalos en forma de ofrendas.
Frente al esplendor anterior, la situación de crisis que se genera en el siglo XVIII, con la caída de la exportación del vino, es fundamental para explicar la pérdida de importancia de las fiestas. Como escribió José Rodríguez Moure: «...a la piedad y fervor primeros que tanto realce y esplendor dieron al culto del Santísimo Cristo de La Laguna, sucedió una época distinta [a mediados del siglo XVIII y comienzos del XIX], en la cual, gran parte de la nobleza que siempre fue su principal elemento, desistió de tan noble empeño que antes tuviera, por considerar "fuera de tono" el mostrarse sumisa y creyente» 4.
Las palabras del historiador lagunero demuestran una disminución evidente en el uso de la religión como vehículo de consolidación y ascenso social. Las fiestas del Cristo entran en franco retroceso, que seguirá durante todo el siglo XIX. Con el inicio del siglo actual, se asistirá a su progresiva recuperación.
EL MANTENIMIENTO DE LAS FIESTAS Y DEL CULTO AL STMO. CRISTO
En gran medida, la vigencia de esta tradición festiva se debe a su capacidad para adaptarse a los cambios que va experimentando la sociedad. En la presente edición se cumplen trecientos noventa y uno años de su creación, aunque hay indicios conocidos de su celebración por parte de la primitiva cofradía desde la primera mitad del siglo XVI. Constituye, por lo tanto, una tradición de profunda trascendencia para los laguneros, como lo indica el que haya superado en estos cerca de cuatrocientos años los más diversos avatares sociales, económicos y políticos. Esto es lo que explica que, frente a otras fiestas que han caído en el olvido (pero que en su día tuvieron una presencia incuestionable), las del mes de septiembre no hayan desaparecido nunca plenamente, pese a haber experimentado fases de crisis y esplendor.
La permanencia del Stmo. Cristo como la más significada devoción de la ciudad no se explica únicamente por la veneración y fervor religioso. La imagen del Cristo es un símbolo de cohesión e identidad para La Laguna. Sus habitantes, y en gran parte los del resto de la isla, se unen en torno a este símbolo capaz de integrar significados distintos sin ambigüedades y contradicciones 5. De ahí, la relevancia que cobra todo lo que se produce a su alrededor, llegando inclusive a provocar conflictos (manifestados en ocasiones de modo violento), ante los intentos de control del mismo por parte de grupos minoritarios.
Por consiguiente, para un lagunero el Cristo es un símbolo central e imprescindible de su identidad. Mientras, las fiestas que oficialmente se celebran desde 1607, representan, por un lado, una dramatización anual del ser lagunero y, por otro, un ritual en el que se mezclan la religiosidad popular y la oficial, lo sagrado y lo profano.
NOTA: Artículo publicado originalmente en el programa de las fiestas del Cristo de 1998.
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1 Macías Hernández, A.M. y otros: Historia de Canarias. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, 1995, págs. 155-139.
2 Rodríguez Yanes, J.M.: La Laguna durante el Antíguo Régimen. Desde su fundación hasta finales del siglo XVII. Ayuntamiento de La Laguna, La Laguna, 1997,pags.494 y 499-505.
3 Archivo Municipal de La Laguna: Actas del Cabildo. Oficio 2º, folio 154.
4 Rodriguez Moure, J.: Guía Histórica de La Laguna. Instituto de Estudios Canarios, La Laguna, 1935, págs. 154-155.
5 Galván Tudela, J. A.: La identidad herreña. CCPC, Tenerife, pág. 155.