De todas las fiestas que en esta Ciudad se celebran, así las anualmente acostumbradas como las extraordinarias, ninguna tiene tanto sabor popular como la del Santísimo Cristo de la Laguna. Y no es porque en ella se entregue, más que en otras, el pueblo lagunero á los placeres de la danza y de la música, á gratas libaciones ó á amorosas confidencias; aunque de todo había un poco, no es primordial el culto que se rinde á la flexible Tersípcore, á la dulce Euterpe, al bullicioso Baco ni al juguetón Cupido, sino que la respetuosa adoración que debemos al Ser Supremo,y los sentimientos religiosos innatos en el corazón humano, en nada se patentizan con más entusiasmo y más fervor en nuestro pueblo, como en la típica representación del Dios crucificado que lleva el nombre de nuestra Ciudad querida. Asi es que le manifestamos nuestro amor con piadosas y místicas ofrendas y núestros entusiasmos con cuanto más hermoso nos dá la naturaleza: colores y armonías, flores, canticos,luces y plegarias, resultando su fiesta con la austeridad del más sincero misticismo por la fé y devoción; y con la , alegría y ornamentación del gentilismo, por las expansiones del espíritu y externos homenajes.
Si fuéramos hacer á coraparaciones,para dar más gráfica idea del sentimiento popular, diríamos que nuestro Cristo es para los laguneros lo que la Macarena para los sevillanos, pero más respetado; lo que el Pilar, para los zaragozanos, tan querido, aunque no con tanta vanidad; consolador y atractivo como Lourdes, sin sus estupendos milagros, enjendradores de ciego fanatismo.
No presenta la festividad del Cristo, si á compararla vamos con las demás nuestras, el carácter oficial y ceremonioso de la del patrono de la Laguna, San Cristóbal, ni la aristocrática compostura de la de San Miguel, sino que en ella se desbordan los sentimientos religioso y patrio de los laguneros, viendo en la sagrada efigie al Dios á quien se adora y reverencia, y á la más grande excelencia de la población, á quien se tributan honores y homenages.
Así se comprende, el desprendimiento con que todo el pueblo contribuye á los gastos de los costosos festejos y el entusiasmo con que nuestra juventud artesana dedica su actividad al mejor lucimiento de la fiesta, pensando de un año á otro en las reformas que convendría introducir, en los defectos que subsanar y en los medios con que llevar á la práctica lo uno y lo otro.
No tratamos hoy de hacer una revista de los festejos que, con el motivo que nos ocupa, acaban de realizarse el presente año, porque ya los hemos anunciado, habiendo sido su resultado lo más brillante y admirable que podía apetecerse; pero no dejaremos de significar la gratitud y admiración á que se han hecho acreedores varios jóvenes artesanos, cuyos nombres nos complacemos en insertar: D. Claudio Delgado del Castillo, D. Tadeó Amaral, D. Daniel Espinosa, D. Manuel Gronzález, D. Isaac Falcón, D. Manuel Perera, D. Cristóbal,Rojas,y D. Juan Torres,quienes,con sus iniciativas y trabajos, han logrado que el tránsito de la procesión del jueves por la calle de Tabares de Cala, haya sido lo más sorprendente y maravilloso que concebir puede la imaginación más exaltada.
Comenzaron, primeramente, los citados jóvenes,por abrir una suscripción para con sus productos adquirir la madera suficiente para la vistosa arquería que ha convertido la ya nombrada calle de Tabares de Cala en un hermoso salón que, con la profusa iluminación á la veneciana, luces de bengala de distintos colores, el alumbrado de las casas particulares y ruedas de fuego, parecía, en el momento de pasar por ella el Cristo lagunero, ígnea galería.
Tan satisfactorio resultado se ha obtenido á costa de verdaderos sacrificios por parte de los organizadores; pues la mayoría de ellos que son carpinteros han aprovechado todos los días festivos, únicos de que disponen y que podían dedicar a las distracciones tan propias dé la edad, para construir la arquería de referencia.
La ornamentación de la extensa plaza de S. Francisco resultó á la altura de siempre.
Pero el momento indescriptible, punto el más culminante de los festejos que relatamos y el verdadero atractivo para todos los pueblos comarcanos y para muchísimas personas de otras islas, es, y lo ha sido siempre, el acto del famoso DESCANSO.
No sabemos si porque cada vez nos resulta más agradable y sorprendente, renovándonos, cada año, la intensa y gratísima emoción que nos produjera la ocasión primera en que lo admiramos, ó porque así es en realidad, nos pareció en el presente más grandioso que nunca aquel solemne instante, en que la imponente escultura, al llegar al templete dispuesto al efecto, es saludada por atronadoras saIvas de cañones, que sirven de señal para que el espacio quede encendido por millares de cohetes que, al cruzar simultáneamente por los aires, parece que en el cielo se han trocado en exhalaciones la infinita muchedumbre de los astros.
En tanto el Cristo sigue su marcha, rodeado de una atmósfera de luz y de armonías, entre el recogimiento de la inmensa colectividad de fieles que llena todos los ámbitos de la espaciosa plaza, sereno y resignado en su calvario, abriendo ios corazones á la fe y dejando una brillante estela de consoladoras esperanzas.
Región Canaria. 16 de septiembre de 1889