Pasado mañana recorrerá una vez más triunfalmente las calles de la vecina Ciudad de los Adelantados; una vez más el pueblo devoto demostrará su admiración y entusiasmo por el milagroso Cristo y una vez más Este con sus brazos extendidos, lleno de.amor y de bondad atraerá hacia sí los corazones» El mismo lo dijo: «Si fuere exaltado sobre la tierra, atraeié á mí todos los eorezones».

Y es que el pueblo lagunero siente correr con entusiasmo la sangre por sus venas al pronunciar el santo nombre de su Cristo.

Y es que Este, siempre misericordioso, derrama abundantes gracias y obra innumerables portentos en favor del pueblo de su nombre. ¿Y cómo no? ¿Cómo no ha de responder de esa manera á los múltiples obsequios que los fieles le tributan?

Recorrerá las calles de la vecina Ciudad acompañado de inmenso gentío que no cesará de aclamarle y adorarle; su cabeza reclinada suavemente sobre el costado, destilando sangre, parecerá mirar con cariñosa complacencia á la muchedumbre que le rodea, como queriendo decirle «guiad siempre bien vuestros pasos y seguid mis ejemplos, para que arribéis felices al Reino de mi Padre».

Sus labios cárdenos, amoratados querrán expresar con elocuencia arrebatadora, los sufrimientos atroces que pasó por nuestras palabras injuriosas, nuestros ósculos pecaminosos semejantes al de Judas, con que continuamente le vendemos sin atrevernos á confesarle delante de los enemigos de la Religión: Su cabeza taladrada de espinas, semejará los padecimientos con que continuamente le mortificamos, entregándonos á pensamientos inadecuados á los principios de la sana moral, á los pensamientos terreónos, descuidando constantemente la obligación en que estamos de velar sin descanso por la salvación de nuestras almas.

Su cuerpo entero, bendito y santo pregonará lo que debemos hacer, el camino que debemos seguir, es decir, no rechazar nunca el sacrificio ni la molestia por seguir su santa doctrina; no acobardarnos por las burlas y escarnios con que nos afrenten los, pobrecitos extraviados, antes al contrario rogar por ellos con caridad, para que Dios les proteja y convierta.

Católicos que acudís á reverenciar la Santa Imagen de nuestro Dios, meditad sobre las anteriores consideraciones y no dudéis que del mismo modo que el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles, iluminando sus flacos entendimientos, así también nos fortalecerá, é iluminará á nosotros para que confesemos la verdad, observemos sus preceptos, suframos sin quejarnos, nuestras desventuras y contrariedades y lleguemos si fuere necesario hasta la abnegación, el sacrificio y el martirio mismo.

¿Vaciláis?... Pues pensad que es una dicha inmortal, una gloria eterna la que nos espera y ante ella, ante su logrono debemos vacilar nunca por ningún concepto. Animarse, pues, y á gritor con entusiasmo desde el fondo de nuestros católicos corazones:

¡Viva el Stmo. Cristo de la Laguna!

Q, DE MALTA. Santa Cruz, Septiembre, 1908.