"Mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza". Este triple objetivo esbozado por dos papas en distintos momentos, podría servirnos bien para celebrar el bicentenario de la diócesis. Aunque será el próximo curso pastoral, cuando se concentrarán la mayoría de las iniciativas, ya este febrero comenzaremos a vivir este singular acontecimiento.

La creación de la Diócesis de S. Cristóbal de La Laguna y su segregación de la de Canaria se llevó a cabo el 1 de Febrero de 1819 por el Papa Pío VII, pero no comenzó de manera efectiva hasta el mes de Diciembre, una vez que el Rey Fernando
VII autorizara la dotación económica para su sostenimiento, y el Obispo Linares publicara el Decreto de segregación, el 21 de Diciembre de 1819. Esta es una buena oportunidad para profundizar en nuestra identidad y sentido de pertenencia a esta
diócesis cuatro veces insular.

Nos han parecido sugerentes algunas apreciaciones realizadas por el Papa en un encuentro con la diócesis de Roma, para este momento singular: Para salir, necesitamos la llamada de Dios y la presencia /compañía de nuestro prójimo….La invocación de que Dios se muestre y nos saque de la impresión de que nuestra vida sea inútil, o como expropiada por el frenesí de cosas que hacer y de un tiempo que continuamente se nos escapa de las manos; expropiada por las relaciones solamente utilitarias / comerciales y poco gratuitas, por el temor al futuro; expropiada también por una fe concebida solo como cosas por hacer y no como una liberación que nos hace nuevos a cada paso, bendecidos y felices de la vida que llevamos.

Como habréis entendido, os estoy invitando -afirma Francisco- a emprender otra etapa del camino de la Iglesia de Roma: de alguna manera, un nuevo éxodo, una nueva partida, que renueve nuestra identidad como pueblo de Dios, sin remordimientos por lo que debemos abandonar….Hay que escuchar a Dios para seguir “aprendiendo a discernir dónde Él ya está presente, en formas muy comunes de santidad y de comunión con Él…Para ello, será necesario que nuestras comunidades se vuelvan capaces de generar un pueblo, -es importante, no lo olvidéis: Iglesia con pueblo, no Iglesia sin pueblo…Pero es necesario mirar a ese pueblo y no a nosotros mismos, dejarnos interpelar y perturbar. Esto ciertamente producirá algo nuevo, inédito y deseado por el Señor.

Para no tener ya miedo de lo que somos y del don que tenemos, sino para hacerlo fructífero. El camino puede ser largo: el pueblo de Israel tardó cuarenta años.

No hay que desanimarse, hay que ir adelante! El Señor nos llama para que "vayamos y demos fruto" (Jn 15, 16). En la planta, el fruto es esa parte producida y ofrecida para la vida de otros seres vivos. No tengáis miedo de dar fruto, de que os "coma” la realidad que encontréis, incluso si este "dejarse comer" se asemeja mucho a una desaparición, a una muerte. Es posible que algunas iniciativas tradicionales deban reformarse o incluso cesar: podremos hacerlo solamente sabiendo hacia dónde vamos, por qué y con quién. Valor y adelante. El tiempo es nuestro. ¡Adelante!