Los numerosos milagros del Cristo de La Laguna motivaron que, en el año mil seiscientos siete, los Señores de Justicia de la isla declararan día de fiesta el ca-torce de septiembre, nombrando un diputado que se encargaba de la celebración con un presupuesto de cincuenta ducados, y siendo la Plaza de San Francisco el escenario donde los peregrinos representaban jubilosamente la obra de exaltación al Cristo. 

Con el paso de los años, el encargado de llevar a buen cauce los festejos va a ser un caballero notable y de arraigo en Tenerife, que era elegido por los reli­giosos del Convento de San Francisco. Este organizador se llamaba proveedor de la fiesta, y era un gran honor el ser designado para tal fin, preocupándose siempre porque .la suntuosidad de los actos fuera siempre mayor que la de su antecesor. Asimismo, era costumbre que regalara al Cristo un objeto de plata como recuerdo de su participación en las fiestas mayores de septiembre.

Entre los regalos de los proveedores de la fiesta, destacamos la actual cruz de plata que posee el Cristo, la cual le fue regalada en 1630 por el maestro de Campo de la gente de Guerra del beneficio de Taoro de norte a sur, Francisco Baptista Pereira de Lugo, Regidor de Tenerife y Señor de La Gomera y El Hierro.

Con la fundación de la Venerable Esclavitud en 1659, desapareció el pro­veedor de la fiesta que es sustituido en su misión por una comisión formada por el Esclavo Mayor y dos esclavos más llamados diputados, que dieron más realce a la fiesta, según se desprende de las siguientes palabras de Núñez de la Peña: "Las han hecho muy costosas, de comedias, fuegos, saraos, torneos; que el regocijo dura ocho días, a costa de los tres nombrados".

Posteriormente, en 1892, se encarga de las Fiestas del Cristo una comisión compuesta por un presidente y cuatro vocales, y en 1926, creyendo los esclavos del Cristo que los actos populares debía organizarlos el Ayuntamiento, se crea un co­misario de fiestas religiosas y otro de fiestas populares y tres vocales.

No se equivocó el historiador Núñez de la Peña al decir que las Fiestas del Cristo eran muy costosas, pues se sabe que en 1668 la Esclavitud gastó en los feste­jos más de 1.000 pesos, con grandes derroches de comidas y bebidas en la víspera por parte del Esclavo Mayor. Como consecuencia de ello, el 13 de septiembre de 1739, se dispuso "limitar los refrescos de la víspera que se han hecho con toda es­plendidez y abundancia, y acordamos que en adelante los señores Esclavos Mayores en dicho refresco no excedan de una fuente de rosati y otra de anis, agua de nieve, bizcochos y chocolate".

Por el siglo XVII se hizo popular en las Fiestas del Cristo la presencia de las "tapadas", curiosa costumbre mediante la que las chicas cubrían sus cabezas y sus caras con una mantilla de franela blanca. Era el vestido de paseo de las clases medias en los principales pueblos de la Isla, e incluso lo llevaban las jóvenes del interior, que se lo ponían sobre su bata de seda neíra. Por el contrario, las de más desfavorable condición económica, llevaban la prenda sobre el vestido de ordina­rio, o con una enagua de paño inglés. Pero todas, sin distinción de clases, perse­guían con este atuendo un único fin: ver sin ser conocidas y bromear con los jóve­nes. El Cabildo en 1792 publicó un bando prohibiendo las "tapadas" que, según Buenaventura Bonnet y Reverón, continuaron hasta 1838, en que se extinguió la costumbre.

Por el año 1883, sabemos que la afluencia de forasteros a las Fiestas del Cristo era tan grande, que dormían en los pórticos de las Casas Consistoriales, muy cerca de la Plaza del Adelantado, donde tenían lugar animadísimos paseos, amenizados por una banda de música y sin faltar las típicas parrandas. La Ilustración de Canarias nos describe el ambiente festivo en este año:

"Los paseos muy bien. Los nocturnos, sobre todo, animadísimos. Tan es así que muchas veces el murmullo de la muchedumbre llegaba a apagar los sonidos de la banda del batallón que amenizaba aquellos actos. Cuando se tocaba el popu­lar tajaraste eran de ver los saltos, piruetas y contorsiones de los que no tenían bien segura la cabeza y aún de los que la tenían, que no eran muchos.

Todos los pueblos de los alrededores estaban representados en estas fiestas, y tanto las carreteras de Santa Cruz, Tejina y Tacoronte como los demás caminos vecinales eran recorridos continuamente por toda clase de personas, que en toda clase de vehículos, desde las propias piernas hasta el pesado ómnibus, abandona­ban sus hogares en busca de diversiones. Y vive Dios que las hallaron" .

Por su parte, años más tarde, el periódico La Prensa incitaba a participar en las tradicionales fiestas en los siguientes términos:

"Para la gente alegre no faltarán los acostumbrados ventorrillos, con la oliente y sabrosa carne de adobo, el clásico peludo, que tantos admiradores tiene en nues­tro país, y el recuerdo de alguna amorosa aventura. Y no faltará tampoco quien os cante en versos inmortales: Hoy hace un ario/ que te decía/ en la fiesta del Cris­to, / que te quería. / Y tú me amaste / y bailemos juntitos / el tajaraste".

En el año 1892 se constituyó la primera Comisión de Fiestas del Cristo de La Laguna, formada por un presidente y cuatro vocales, cuya misión era el arbitrar recursos para los gastos del culto y de las fiestas, pidiendo en los comercios y en las casas acomodadas y devotas del Cristo. Asimismo, se contaba con los ingresos de las cuotas anuales de los esclavos y los de la rondalla de Lo Divino, cantidades destinadas por igual a la solemnización del día 14 de septiembre.

Parte del dinero recolectado fue destinado en 1892 a la edición de un pro­grama -el más antiguo que hemos encontrado-, cuya composición e impresión se hizo en la Imprenta de Vicente Bonnet, en la calle del Castillo número 49 de Santa Cruz de Tenerife. Las dimensiones de aquel programa eran 12 por 15 centímetros, con 14 páginas y una portada de color rosa con pequeños y caprichosos ornamentos en sus esquinas. Nos atraía a las fiestas con el siguiente titular: Programa de los festejos que tendrán lugar en la Muy Noble y Leal Ciudad de San Cristóbal de La Laguna en el mes de Septiembre de 1892.

En este año los actos religiosos comenzaron con una función religiosa en la Capilla del Santísimo Cristo, donde tuvo lugar la ceremonia del Descendimien­to de la Cruz, continuaban con una misa el día principal de las fiestas por la maña­na y finalizaban, en este mismo día, con la procesión de la sagrada efigie a las 6 de la tarde, haciendo estación en los conventos de Santa Catalina y Santa Clara y en la Santa Iglesia Catedral.

La mayoría de los actos populares se desarrollaban en la plaza de toros que existió cerca de San Juan, y los detalles de los mismos se daban a conocer al vecin­dario a través de carteles. Asimismo, y para mayor realce de los actos, la recién creada Comisión de Fiestas dispuso que, los días festivos más importantes, se adornaran las calles con elegantes arcos, plumas, banderas y gallardetes, y las casas, templos y torres con tapices y colpa duo as, iluminándose durante la noche.

El programa de actos de las antiguas Fiestas del Cristo, estaba formado por vistosos actos populares ya desaparecidos como, por ejemplo, carreras a pie, repar­to de pan entre los pobres, elevación de globos aerostáticos, la pandorga, jinka­mas, Verbena del Traje Regional, Concurso y Feria de Ganado, Fiesta de los Man­tones, Fiesta de los Estudiantes y Fiesta de la Patria, la Mujer y la Música.

Mención aparte merece, dado su desconocimiento, la Feria de Ganado Va­cuno que organizaba la Hermandad Nacional Sindicalista. Para este acto, se trasla­daba, desde la Casa Sindical Local a la ermita de San Benito, la Hermandad Sindi­cal de Labradores y la Hermandad de la Ciudad y el Campo, con sus respectivas banderas. A continuación se verificaba la procesión de San Benito, que se dirigía a la Plaza de San Francisco, siguiendo un itinerario que comprendía Marqués de Celada, plazas Doctor Olivera y la Concepción, Ascanio y Nieves, San Agustín y Tabares de Cala.

A esta procesión concurrián danzas típicas de labradores de los barrios y pue­blos de la comarca, y al llegar a la Plaza de San Francisco, se procedía a la bendi­ción del ganado, para luego seguir el cortejo procesional hacia la ermita de San Benito, figurando en este recorrido todo el ganado que participaba en la Feria.

Pasado el día principal de las Fiestas del Cristo, y dentro de su octava, hay que destacar -como acto curioso- que desde el Instituto Provincial desfilaban, pre­cedidos de vistosos estandartes, los alumnos de ambos sexos de las escuelas públi­cas y privadas de La Laguna, dirigiéndose por las calles de San Agustín y del Agua a la Plaza del Adelantado.

En la mencionada plaza tenía lugar el acto de reparto de premios a los alum­nos que se hubieran distinguido durante el curso. El acto se complementaba con discursos y actuación de la orquesta de la ciudad.

Al final, los jóvenes estudiantes regresaban al punto de partida por las ca« lles de La Carrera y Rosada, teniendo lugar un emotivo y vistoso hecho al pasar por la Sociedad El Porvenir, ya que, desde sus balcones, un grupo de señoritas, invitadas al efecto, tiraban flores a los niños que, en su recorrido, eran acompaña. dos por una banda de música.

Estas han sido algunas de las muchas noticias que hay repartidas en libros manuscritos y vetustos documentos, mediante las que podemos conocer mejor la tradicionales fiestas de ese Cristo que, ahilado en su cruz y entre piráriiides de ve. las, hace recoger a los laguneros profundamente con emoción y aflorar en sus la. bios la añosa copla popular hecha canción: " Al Cristo de La Laguna! mis pena le conté yo, / sus labios no se movieron/ y sin embargo me habló".